Jorge Garcés B.
Desde antes de la pandemia el conflicto en Colombia viene cambiando de escenario, de los combates en la selva a los disturbios en las principales ciudades del país. Esto no significa que esté desestimando el conflicto armado con la insurgencia, las disidencias y las organizaciones criminales, sino que el Estado viene perdiendo la autoridad.
Los impuestos se los roban; la ley es para los de ruana; los votos se compran; gobiernan los mismos corruptos de siempre; contratar con las instituciones o dependencias del Estado se volvió el mejor negocio de todos y el Estado sólo protege al capital. Mientras tanto, las redes sociales se han convertido en el puente entre el Estado y una sociedad civil cada vez más resistente, más conectada políticamente en tiempo real, más organizada, pero también más violenta.
Las redes sociales son hoy una nueva forma de movilización social para hacer control político, denunciar y relacionarse con el poder de tú a tú, porque no adolecen, por ejemplo, de límites geográficos, entre otras razones. El punto es que desde estas nuevas plataformas se está planteando una nueva agenda, no de simples reivindicaciones sociales como antes, sino de una verdadera revolución ética que, además, se encuentra virtualmente en marcha.
Es decir, que hemos pasado de la combinación de todas las formas de lucha, a la combinación de todas las formas de expresión humana. Esta nueva interacción social carece de líderes como en otrora los concebíamos o al menos ese liderazgo todavía no es lo suficientemente claro. Lo cierto es que esta nueva ciudadanía viene perdiendo el miedo de exigir sus derechos, entendiendo que su lucha, por lejana que sea, repercute y comparte similitudes con otras luchas en otros lugares del mundo.
Este nuevo activismo social sabe que puede revocarle el mandato a sus representantes políticos cuando quiera y que sus exigencias, no solamente son para el ejecutivo, sino que también incluye a jueces, parlamentarios y patrones. De tal manera que, si las otras dos ramas del poder público y los empresarios continúan haciéndose los bobos, están jugando con fuego, porque el cambio es irreversible.
Las reformas, los referendos y las consultas populares que no sean de fondo, tampoco servirán de contentillo. Es cierto que esto puede dar pie al surgimiento de nuevos caudillismos, tanto de izquierda como de derecha, pero ese es el precio de haber dejado acumular tantas demandas sociales.
En otras palabras, las democracias se están debilitando y el presidencialismo se encuentra en crisis, porque el mercado se está comiendo a los Estados. Esto significa que los Estados no están pudiendo resolver el descontento social y por eso el sueño de la democracia se está convirtiendo en una pesadilla. La gente ya no cree que con el voto se pueda cambiar el orden de las cosas y considera que no hay reformas que puedan reemplazar lo que consiguen con las armas.
Por lo pronto, a Colombia la ha salvado el sentido del humor y el sentido institucional de su democracia. Ambas dimensiones le han conferido al ciudadano y al gobernante un “horizonte explicativo” para asimilar un sistema político roto; y convivir entre condiciones inaceptablemente adversas, pero que legitiman la relativa estabilidad de nuestro Estado Social de Derecho.
Para redondear el meollo del asunto. Somos el resultado de “una sociedad desamparada” y nuestros gobernantes ya no saben si podrán satisfacer la demanda social o mantener la democracia. Por eso estamos ante la imperiosa necesidad de redefinir el papel del Estado y el de la sociedad, porque uno es el reflejo del otro y viceversa. Esa relación espejo entre Estado y sociedad puede resultar siendo un tanto simplista, pero ayuda a comprender nuestra cultura política y el diseño institucional de una democracia cada vez más débil.
LANZA LLAMAS. ¡Hay que ponerle un tapón al drama humano del Darién!
DOCUMENTO DE REFERENCIA Y/O CONSULTA:
TORRES, MEDELLÍN, PEDRO. “Entre el poder sin política y la política sin poder. Elementos de teoría y método para comprender las crisis políticas en América Latina”. Ediciones Fondo de Cultura Económica S.A.S. Bogotá, Colombia - 2022.
La relación entre gobierno y sociedad es cada vez más delicada. Y no veo cómo se arregla