Jorge Garcés B.
Colombia continúa a punto de que una crisis migratoria se convierta en un desastre económico. 11 millones de productos se verían afectados, perjudicando a cientos de miles de colombianos. Gravar con un arancel del 25 % a todas las exportaciones de Colombia y una semana después con el 50 % sigue siendo una amenaza latente que no tiene precedentes en la historia comercial del país. Ni a sus peores enemigos Estados Unidos había intimidado con tanta crueldad, sevicia y dureza.
Por lo tanto, qué presidente serio o en sus cabales maneja las relaciones internacionales trinando a las tres de la mañana contra su principal socio comercial. Dicen que con la comida no se pelea y que en la vida uno debe saber escoger sus peleas. Por eso, dar esta pelea es una dignidad mal entendida y al presidente Petro se le fueron las luces, porque no midió las consecuencias. Además, contrasta la manera como se relaciona con el régimen de Maduro, mientras que lleva semanas buscándole camorra al presidente Trump.
Repasemos algunos números para entender la gravedad de las cosas. Alrededor de 3.300 empresas que exportaron el año pasado al hegemón del norte quedarían en el limbo. Más de 500 mil familias cafeteras se quebrarían, porque el 40 % del café que produce Colombia se exporta hacia Estados Unidos y más de 200 mil floricultores entrarían en bancarrota en cuestión de semanas.
Colombia exporta a Estados Unidos 13 mil 100 millones de dólares al año. Por lo tanto, sería un gravísimo error pensar que podríamos reemplazar estos números fácilmente. Abrir nuevos mercados y diversificar las exportaciones de un país es una tarea de años y que requeriría de una política de Estado. Además, antes de buscar nuevos mercados necesitamos cuidar los que ya tenemos. De cualquier manera, Trump utilizó a Colombia para enviarle un mensaje a toda América Latina y el Caribe.
Por otro lado, preparémonos, porque se viene la desertificación cuando le informen al presidente Trump que Colombia detuvo la fumigación con glifosato; que la erradicación manual de la hoja de coca está prácticamente congelada y que el país pasó de tener 154 mil hectáreas sembradas de coca en diciembre de 2019, a 253 mil hectáreas en el 2023. Así que olvidémonos de los 400 millones de dólares anuales en ayudas, porque en el mejor de los casos habrá un recorte y en cuanto a una eventual retaliación arancelaria, olvidémonos de acudir a tribunales internacionales de arbitramiento, porque Estados Unidos no hace parte de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Lo inverosímil de todo esto es que Gustavo Petro aceptó el año pasado alrededor de 124 vuelos con más de 14 mil colombianos deportados de Estados Unidos sin decir ni mu. La única diferencia es que no venían en aviones militares, pero los traían igual de esposados y de maltratados por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE). Cabe agregar que no todos los deportados son delincuentes. Por eso, el primer mandatario debió utilizar los canales regulares que ofrece la diplomacia para que hubiera un trato diferencial, por ejemplo, para los niños.
Por lo tanto, existen tres posibilidades sobre el tablero para explicar la manera tan errática como se comportó el jefe de Estado. La primera es que andaba de fiesta. La segunda es que haya querido desviar la atención sobre el fracaso de su política de paz y la compleja situación de orden público. La tercera es bastante maquiavélica: que el primer mandatario está buscando el caos para seguir gobernando en cuerpo ajeno entre el 2026 y el 2030. Por si fuera poco, la nueva canciller Laura Sarabia no conoce el oficio y estas crisis no se pueden manejar intuitivamente. Además, porque la agricultura, el sector de alimentos, la banca, las remesas, la tasa de cambio y en general toda la macroeconomía del país sigue con la espada de Damocles encima.
Cualquier otro trino infortunado del presidente Petro podría desatar una crisis social sin precedentes para toda la nación. En otras palabras, nunca antes el aparato productivo del país había estado tan amenazado, porque el daño podría ser catastrófico para la economía nacional. De tal manera, que sería importante que algunos alcaldes, gobernadores, congresistas, expresidentes y personas de la sociedad civil no desecharan la idea de organizar un viaje a Washington para explicar que los impulsos del presidente Petro en las redes sociales no nos representan.
Mejor dicho, que por favor no nos gradúen de enemigos o nos declaren la guerra arancelaria, aunque Colombia no aparezca ni en el top 15 de los principales países con los que ellos hacen negocios; porque pese a ello Colombia tiene uno de los mejores tratados de libre comercio (TLC) junto al de Perú y sería una lástima permitir que el presidente Petro lo tirara todo por la borda.
Los colombianos tenemos que defender la democracia y nuestra economía, porque Gustavo Petro no está defendiendo el Interés Nacional del país. La agroindustria, por ejemplo, tiene pensado crecer un 250 % para el 2027. Estados Unidos acaba de invertir alrededor de 4 mil millones de dólares en distintos sectores de la economía. Las remesas provenientes del norte representan 11 mil millones de dólares al año y más de un millón de turistas norteamericanos visitaron a Colombia el año pasado.
Así que no podemos pelear con un país que representa el 30 % de nuestras exportaciones y el 25 % de nuestras importaciones. Sin embargo, la tensión se mantiene. Petro ya está en el radar de Trump y el magnate no lleva ni dos semanas en el poder. Las deportaciones continuarán y aún falta abordar el espinoso tema del narcotráfico, la erradicación de los cultivos de hoja de coca y la guerra contra las drogas.
Ahora bien, no nos digamos mentiras: Estados Unidos nunca ha valorado a América Latina y el Caribe. África, Asia y Eurasia siempre han estado primero que nosotros, pero las cosas son como son y hay que manejar esta situación con frialdad y pragmatismo para salvaguardar el Interés Nacional. Afortunadamente el excanciller Murillo, el embajador Daniel García Peña y hasta el expresidente Uribe terminaron salvando la patria, porque nadie sabe dónde estaba Gustavo Petro, mientras trinaba que él era el último Aureliano Buendía.
En síntesis, veo difícil que el presidente Petro tenga la inteligencia emocional para no volver a reaccionar ante las provocadoras políticas de Trump en las redes sociales. Sin embargo, Colombia y Panamá podrían ser de gran ayuda para Estados Unidos en el Tapón del Darién. Recordemos que Panamá también está en la mira del magnate republicano y los tres mandatarios podrían comenzar a mejorar las relaciones diplomáticas en la espesura de esa selva tropical, pantanosa e intrincada.
Por último, también se le podría proponer al presidente Trump el negocio de convertir a la Guajira en otro Cancún o en otra Península de Yucatán. Digo lo anterior, porque la crisis con Estados Unidos se mantendrá mientras Gustavo Petro sea presidente. Es cierto que Colombia no es una taberna de Texas, pero estuvimos muy cerca de terminar como una taberna cubana. De manera que, mientras América Latina y el Caribe no tomen una postura común y México no comience a mirar hacia el sur, los latinos indocumentados seguirán siendo tratados como los peores delincuentes en centros de detención migratoria.
LANZA LLAMAS:
Google ya le cambió el nombre al golfo de México y le puso el golfo de América…
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