Jorge Garcés B.
Los seres humanos somos la única especie en el planeta Tierra que sabemos que algún día nos vamos a morir, que pensamos y que tenemos una conciencia histórica de las cosas. Sin embargo, ninguna otra especie es tan tonta y cruel como nosotros, al permitir que la mayoría de los pobres sean niños y que la mayoría de los niños sean pobres, según la UNICEF.
Entre tanto, la carrera nuclear se encuentra nuevamente fuera de control. El medio ambiente ya comenzó a pasarnos su cuenta de cobro y nosotros seguimos comportándonos como unos salvajes. Unos tratando de comprar el cielo con su caridad y otros ensimismados con su terruño.
De tal manera que es un imperativo cambiar nuestra manera de relacionarnos con el mundo y para hacerlo debemos empezar por nosotros mismos. Sobre este punto existe todo tipo de literatura, de la buena y de la mala. Tanta información como el miedo que produce conocernos y ser libres para poder comprender holísticamente a la Tierra. Manfred Max Neef lo dice: “sabemos mucho, pero comprendemos poco”.
Sin embargo, la lógica de la comprensión no es acumulativa. La comprensión es un gesto amoroso que no se enseña ni se aprende. ¡Sólo se puede vivir! La comprensión es un acto de magia. No me refiero a la ilusión de quien engaña para vivir o vive para engañar, sino la magia de quien ayuda a construir un mundo que le permita tener un futuro mejor para los que vienen en camino.
Esto que llamo magia es lo que intuye el mago, el creador o el poeta, aquel que crea misteriosamente los significados a la espera de un gran descubrimiento. Pero volviendo al tema, con 20 trillones de dólares podríamos asegurar seis siglos sin hambre en el mundo.
El problema es que necesitaríamos cambiar el modelo vigente de producir, consumir y acumular. Lo cierto es que la economía debería estar al servicio de la vida y no al revés, porque hoy hay más esclavos que en el siglo XIX y aproximadamente el 60 % son niños que quieren jugar a ser grandes como usted.
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