Jorge Garcés B.
Quisiera empezar diciendo que, ni el presidente Petro o el saliente fiscal Barbosa, se están comportando a la altura de los cargos que ostentan. Los dos son indignos, y carecen de vergüenza y decoro. Uno ha sido incapaz de gobernar durante año y medio y el otro es simplemente un incapaz. De hecho, estamos ante una ruptura institucional, porque dos incapaces andan prematuramente en campaña presidencial. Y ambos, dizque por querer “salvar la democracia”, nos tienen a todos en vilo y a punto de incendiar al país.
Toda esta historia comenzó, porque el presidente Petro trinó en respuesta a un “puñado de verdades” provenientes de una cuenta falsa a nombre del fiscal Barbosa en la red social X. En esa cuenta no señalaron nada novedoso o que el país no supiera. Que la estrategia del fiscal y de una parte de la oposición es que el Congreso de la República enjuicie al presidente Petro por presuntamente haber superado los topes electorales en la pasada campaña presidencial. Antes del año 2017, pasarse los topes era un delito menor. Hoy, pasarse los topes es un delito penal, que perfectamente podría llevar a la destitución del presidente Petro.
En parte esto es lo que pasa cuando los órganos de control se politizan, porque las cabezas comienzan a utilizar la ley para castigar a sus enemigos políticos o en su defecto, para exonerar de responsabilidades y culpas a sus amigos políticos; haciendo “invivible a la república” y convirtiendo a la alternancia del poder en un intercambio de retaliaciones.
Ahora bien, es inaceptable y sumamente peligroso para la democracia y sus instituciones, que seguidores del presidente Petro hayan asediado o, mejor dicho, que hayan secuestrado durante horas en el Edificio Echandía a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia para presionar la escogencia de un nuevo Fiscal General de la Nación. La “casa de la justicia” en Colombia debe poder tomarse el tiempo que considere necesario, sin presiones o amenazas que la amedrenten desde la calle o desde otra rama del poder público.
Desde luego que es muy posible que Gustavo Petro se sienta acorralado. Su círculo más cercano está siendo investigado y eso podría explicar por qué actuó tan irresponsablemente. En otras palabras, por qué actuó como cuando Nicolás Maduro utiliza a los colectivos bolivarianos. Y, aunque las protestas del pasado Jueves 8 de febrero no fueron masivas, el presidente Petro se quitó la máscara, desconociendo que la democracia tiene sus propias formas, imperfecciones y tiempos.
Sin embargo, la cosa se podría complicar más si, por ejemplo, los magistrados declaran inviable la terna enviada por el presidente. Por lo pronto, tendremos que esperar mínimo quince días más para saber si hay humo blanco o no. Ojalá el primer mandatario empiece a gobernar o encuentre formas más inteligentes y menos peligrosas de desviar la atención.
El problema es que el jefe de Estado se encuentra en una especie de negación. Petro argumenta que todo lo sucedido es una construcción mediática y una elucubración que no corresponde a los hechos o a la realidad de lo acontecido. Debe ser, porque no hubo sangre, fuego y destrucción por parte de quienes hondeaban las banderas del M-19 frente al palacio de Justicia el Jueves pasado.
LANZA LLAMAS:
Hace menos de cinco días se prorrogó por seis meses más el cese al fuego bilateral, entre la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Estado de Colombia. Y por segunda vez consecutiva, esta misma insurgencia, decretó en aparente contradicción un nuevo paro armado indefinido en cinco municipios del Chocó. No hay que ser un iluminado para entrever que los Frentes de Guerra, Occidental y Oriental, desde hace mucho tiempo son las disidencias de esa organización criminal.
Y por qué se demoran tanto en elegir nueva fiscal? Hay maniobra detrás?