Jorge Garcés B.
Desde que el COVID–19 agravó la salud de la economía mundial, Colombia retrocedió dos décadas en materia de reducción de pobreza y fortalecimiento de la clase media. Ahora bien, es cierto que la economía se ha venido recuperando, pero las personas no.
Me explico: la pandemia fue el detonante de un cuadro clínico que venía gestándose, especialmente desde la crisis financiera de los años 2007 y 2008, con repercusiones en las 33 naciones de América Latina y el Caribe. Dicho de otro modo, de esta peste contemporánea no se salvaron ni las 300 lenguas del Amazonas.
El cuadro clínico que venía gestándose, en unos países más que otros, es en síntesis la desigualdad social. La brecha entre ricos y pobres como resultado de una “disfuncionalidad política” que está produciendo una peligrosa frustración democrática. Es decir, las personas están dispuestas a sacrificar la democracia con tal de resolver sus angustias económicas.
De tal manera que las contradicciones sociales y la corrupción política tienen en riesgo al capital y a la democracia. En otras palabras, el capitalismo de Estado, es decir, el Estado al servicio de quienes tienen el capital es una bomba de tiempo. Estamos creando sin darnos cuenta el ambiente propicio para que surjan dictadores o caudillos que, en aras de la igualdad, terminan acabando con todo.
Por eso es inexplicable cómo buena parte de la élite (no toda) puede ser tan miope de no ver que su propia supervivencia física e intereses económicos están en juego. Es como si quisieran hacerse el harakiri. Entre otras cosas, porque la desigualdad se puede abordar desde el ejercicio democrático, dentro del capitalismo moderno y el Estado Social de Derecho.
Entiendo que el problema de enfrentar las desigualdades sociales radica en las expectativas que genera para unos y el malestar que produce para otros. No obstante, debemos hacerlo, porque las secuelas de la pandemia, la crisis climática, el narcotráfico y el paradigma de la valoración o la crisis de valores, están empeorando las cosas.
Recordemos que en Colombia el Minuto de Dios termina cuando comienzan los noticieros de las siete y donde la violencia es una lamentable forma de aprender geografía nacional. Tal vez por eso David Bushnell decía que Colombia es más geografía que historia y una nación a pesar de sí misma.
Cómo lograr cerrar la brecha de la desigualdad? Pregunto