HACIA UNA ECONOMÍA LEGAL
- Jorge B
- hace 1 día
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Jorge Garcés B.
El escritor William Ospina propone unir esfuerzos para construir una economía legal. Esto significa industrializar el campo; construir la infraestructura necesaria para ser más competitivos; abrir nuevos mercados; hacer distritos de riego; facilitar el crédito blando para estimular la compra de maquinaria; formar más profesionales e invertir en ciencia, investigación y nuevas tecnologías.
Entre otras cosas, porque Colombia es por partes moderna y por partes sigue siendo señorial. El narcotráfico es el que viene modernizando al país, es prácticamente el único que aprovecha el océano Pacífico y es el principal responsable de que las guerrillas se hubieran desdibujado o que el socialismo no tenga fácil cabida en esta nación; a pesar de que el 34.6 por ciento de la población vive con menos de seiscientos mil pesos al mes, que tengamos una informalidad laboral del 55 por ciento y que la política tenga al país partido por la mitad.
El caso es que cuando llegaron los españoles por allá en 1499, Colombia estaba repartida en 120 naciones. Afortunadamente, hoy tenemos cuatro grupos étnicos legalmente reconocidos (indígenas, afrocolombianos, raizales y el pueblo Rom o gitano) y 115 pueblos indígenas con sus propias lenguas y tradiciones en un sólo territorio. Lo cierto es que ningún país es homogéneo y ninguna raza es pura, aunque las élites criollas sigan tratando bobamente de no cruzarse con las clases emergentes.
De cualquier manera, Colombia es un país que ha vivido al menos nueve épocas o nueve etapas de la violencia. Las Guerras Civiles del siglo XIX. La Guerra de los Mil Días (1899-1902). La Violencia con “V” mayúscula (1946-1958). El surgimiento de las guerrillas y paramilitares (1960-1970). La guerra contra el narcotráfico, a partir de 1980. El conflicto armado interno desde 1990. La guerra contra el terrorismo, tras el ataque a las Torres Gemelas en el 2001 y la negación del conflicto armado interno entre el 2002-2010 y “la batalla por la paz” o por evitar una segunda época de la Violencia con “V” mayúscula desde el 2018 hasta el sol de hoy. En otras palabras, en Colombia las armas hacen parte de la geografía nacional. Alias Popeye bromeaba diciendo que los colombianos compramos media libra de carne y dos cajas de munición.
Además, tenemos ocho conflictos armados reconocidos por la Cruz Roja y en medio país no hay presencia integral del Estado. El Plan Nacional de Desarrollo (PND) decía claramente que el desarrollo había que implementarlo en los territorios, alrededor del agua y de la gente que vive en “la Colombia profunda”, pero el presidente Petro no supo cómo plasmar lo planteado por el profesor Jorge Iván González y se desaprovechó una oportunidad para que la economía se desarrollara territorial y culturalmente.
William Ospina plantea que Colombia podría vivir de sus culturas como lo hacen México y Francia y dejar de padecer las injusticias de “un Estado delincuente”, que atropella a las mayorías, mientras que se deja saquear de unas minorías. Además, no es inteligente ni sostenible en el tiempo, que en Colombia el que nazca pobre muera pobre y que sólo los ricos puedan producir riqueza, porque eso fue lo que supo leer Gustavo Petro y por eso la democracia está en peligro.
Tenemos más de 60 precandidatos presidenciales y más de 30 partidos políticos y ninguno ha sabido hasta ahora combatir efectivamente el discurso de Gustavo Petro. Entre otras cosas, porque no hay que cambiarlo todo para transformar al país y en eso se equivoca el primer mandatario. William Ospina dice que Colombia cambia mucho cada 15 días, pero pasan los años y no cambia nada. Tenemos los mismos actores políticos de 1990 y la misma cultura de la violencia de toda la vida, suplantando al Estado, el orden y la ley.
De hecho, es muy fácil aprovecharse políticamente de tantas injusticias acumuladas a lo largo de los años, coartando el diálogo democrático, el derecho a la vida y a la igualdad de oportunidades. Por eso, nuestras pasiones necesitan normas y nuestras normas necesitan justicia social para comenzar a construir certezas ciudadanas, estatales y jurídicas para la inversión y para la generación de más riqueza que se pueda distribuir y de más empleos formales que dignifiquen el ecosistema laboral.
En consecuencia, es evidente que los problemas de Colombia son más estructurales que coyunturales. Por lo tanto, necesitamos diálogo, tiempo, sensatez, creatividad y varios gobiernos que le den continuidad a una serie de políticas distributivas, redistributivas, regulatorias y constituyentes, pero sin que perdamos la democracia, los objetivos de desarrollo o la economía de mercado. Y por último, debemos educar a los servidores públicos y formar ciudadanos integrales para mejorar la relación entre los agentes del Estado y una sociedad cada vez más organizada.
DOCUMENTOS DE REFERENCIA Y/O CONSULTA:
1. OSPINA, WILLIAM. “No llegó el cambio y hacia atrás asustan”. Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.S. Bogotá D.C., Colombia (2025).
2. VILLEGAS, GARCÍA, MAURICIO. “El país de las emociones tristes”. Editorial Planeta Colombiana S.A., Bogotá, 2025.
SEMANARIO LA LLAVE:
Lo extraño es que economistas serios del país coinciden en que el narcotrafico representa apenas el 3% del PIB. Un porcentaje muy bajo para llamar a la economía Colombiana ilegal. El problema es que ese 3% tiene un gran impacto a nivel regional.
Gracias