Jorge Garcés B.
El mundo del espectáculo es un evasor y un calmante para vivir en la sociedad de hoy, porque sacrifica la relación entre el hombre y la verdad. Deja en evidencia a la decadencia de la razón y demuestra lo cruel que es la realidad. El espectáculo convierte al espacio en una situación y al tiempo en un discípulo de la historia. La cultura del espectáculo es la “nueva pobreza” del hombre occidental. Un hombre frustrado en busca de la belleza, el dinero y el placer.
Tres elementos que cambian la vida del hombre, pero que no transforman constructivamente a la sociedad. Más bien, estamos ante un juicio estético e histórico pendiente, porque hemos separado al arte de la vida y destruimos al artista. Todos venimos de esta relación entre artistas y críticos de arte. Ellos son el verdadero Adán y Eva de la acción humana, porque no se reconoce a la vanguardia cuando es vanguardia y, por lo tanto, la historia no cambia cuando debe cambiar.
El espectáculo nace de este fracaso y se nutre del tardío reconocimiento que la historia del espectáculo hace selectivamente con quienes recrearon y padecieron el mundo; y también con las culturas que, como mecanismo de defensa, se acostumbraron a rechazar cualquier vestigio de cambio. Esta resistencia ha sido el natural devenir de la historia humana.
Ahora bien, el espectáculo también es un promotor del fetichismo mercantil, donde el desarrollo es cuantitativo, la transformación es económica, la economía política es la ciencia dominante y el lenguaje un teléfono roto. El espectáculo es la nueva droga o religión del hombre que no es consciente y del hombre que no sabe esperar. Los centros comerciales, la televisión y el comercio electrónico son los nuevos centros de censura contemporánea. Son los “no lugares”, donde el individuo es anónimo y puede ver todo lo que no puede comprar, pero al mismo tiempo, ser todo lo que no puede ser.
En otras palabras, el hombre de hoy “consume ilusiones”, depende completamente de la economía de mercado y es valorado por el dinero que tiene o por el dinero que finge tener. Dicen que el tiempo es vida y que el tiempo es muerte. Lo cierto es que el tiempo también es mercancía. El tiempo es una invención del hombre transformado por la industria del espectáculo para consumir “mercancías espectaculares”.
Así se organiza la vida de hoy, entre el tiempo para trabajar y el tiempo para la “acumulación de instantes espectaculares”. No obstante, Debord manifiesta que esta es la receta perfecta para pasar de una decepción a otra, porque en el “tiempo espectacular” el pasado domina el presente. Es decir, que el “tiempo espectacular” es trágico, porque tiene un fin y, además, porque no tiene lenguaje. Entre otras cosas, las verdaderas vivencias no se relacionan de esa manera con el tiempo, porque la conciencia del tiempo es otra.
La conciencia del tiempo es que, a pesar de ser libres, no tenemos tiempo o no somos dueños de nuestro tiempo, porque tenemos que trabajar. Esto está cambiando, pero para Hegel el tiempo seguirá siendo una alienación necesaria para la vida del hombre en sociedad. Sin embargo, según Debord, ser conscientes es la mejor manera de aprovechar el tiempo real y, además, es gratuito.
Lo cierto es que vivimos en un mundo de mitos, donde el dinero es el único muerto que deambula por allí. Mientras tanto, el hombre se mantiene entre la crítica social y el sentido de clase. Es decir, entre “lo no vivido por un lenguaje común”. Debord propone recuperar el lenguaje común que el arte antes representaba. En otras palabras, recuperar el norte y la unidad del individuo para dejar de ser espectadores, descongelar la historia y volver a tomar las riendas de nuestras vidas.
Debord sugiere desenmascarar las contradicciones de la vida material y las condiciones de la opresión desde el lenguaje de la contradicción, porque estamos en una sociedad donde nadie reconoce a nadie y, por lo tanto, nadie reconoce su propia realidad. Esto es absolutamente enfermizo, porque nos mantiene a todos al margen de la existencia, en medio de la violencia y al borde de la sinrazón.
Por ejemplo, ayer, domingo 14 de julio de 2024, transmitieron a las 8:00 A.M., la final de Wimbledon. A las 10:00 A.M., la etapa reina del Tour de France. A las 2:00 P.M., la final de la Eurocopa. A las 7:00 P.M., la final de la Copa América, durante mediodía el PGA Tour y hoy es día cívico en Colombia. ¡Espectacular!
LANZA LLAMAS:
Felicitaciones a la selección Colombia. No ganamos la copa, pero el proceso con el profesor Néstor Lorenzo debe continuar.
DOCUMENTO AUDIOVISUAL COMPLEMENTARIO:
ENLACE (ESPECTACULAR):
DOCUMENTO DE REFERENCIA Y/O CONSULTA:
DEBORD, GUY. “La sociedad del espectáculo”. Editorial Pre-textos, Valencia, España, 2002.
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