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ELECCIONES EN ESTADOS UNIDOS


Jorge Garcés B.

 

 


La economía fue uno de los factores que más influyó en la elección de Donald Trump. El costo de vida, las deudas universitarias, la inflación acumulada y una clase trabajadora que perdió el 30 % de su capacidad adquisitiva en los últimos cuatro años hicieron mella. El 58 % de los norteamericanos sentían que la economía iba mal, aunque las cifras macroeconómicas del país iban bien. En términos generales había un descontento con la administración de Joe Biden.

 

Por supuesto, que también hubo algo de racismo y de machismo que explicaría el apoyo que obtuvo Trump por parte de las mujeres. Entre otras cosas, las mujeres apoyaron más a Biden y a Hillary Clinton que a Kamala Harris en esta elección. Esto significa que el aborto y los derechos reproductivos de la mujer no fueron tan decisivos como se creía. Al mismo tiempo, hubo una abstención significativa, porque ninguno de los dos candidatos llenaba las expectativas de una parte importante del electorado.

 

En todo caso, Trump supo leer lo que sentía el estadounidense promedio y aprovechó la oportunidad para responsabilizar a los inmigrantes latinos de todos los males de la nación. Trump los estigmatizó y los convirtió en una amenaza para los puestos de trabajo de los latinos que tenían los papeles en regla. Eso explicaría por qué tantos latinos votaron por él.

 

Además, los norteamericanos comenzaron a sentirse inseguros ante unos inmigrantes que supuestamente comían animales domésticos y vieron en Trump a un hombre fuerte y “exitoso”, que a punta de un discurso completamente básico y mentiroso se ganó el voto popular. Hace 20 años un republicano no ganaba el voto popular y el voto electoral en Estados Unidos.

 

Por otro lado, Kamala Harris no pudo desligarse del gobierno de Joe Biden, comenzó la campaña demasiado tarde y no se sometió a las primarias. El resultado fue que Harris no pudo sacar más votos que Biden en ninguno de los más de 3,100 condados que tiene Estados Unidos.

 

En el imaginario de los norteamericanos se cree que con Trump la economía va a mejorar. Ojalá el candidato Trump no sea el mismo que gobierne, aunque lo dudo. De cualquier manera, el triunfo fue contundente y la elección estuvo lejos de ser peleada. Trump se quedó con las mayorías en el Senado, seguramente también se quedará con las mayorías en la Cámara y va rumbo a quedarse con la Corte Suprema.

 

Trump ya puso tres jueces y ahora tendrá la oportunidad de poner otros dos con el visto bueno del Senado. La Corte Suprema en Estados Unidos es la encargada de abordar los grandes temas del país. Un juez de la Corte Suprema en Estados Unidos puede serlo hasta que muera, hasta que se jubile y quiera dar un paso al costado o antes en caso de ser destituido por el Senado. Así que la Corte Suprema será republicana al menos durante una generación más.

 

Ahora bien, la política de deportaciones masivas va a fracasar de cualquier manera, pero especialmente si primero no se controla la situación humanitaria en el Tapón del Darién. Además, ni Estados Unidos o México tienen la capacidad de sellar completamente la frontera sur y deportar a más de 11 millones de indocumentados no es tan fácil. Los inmigrantes también son sujetos con derechos y pueden apelar. En todo caso, Trump tratará de chantajear a México con el Tratado de Libre Comercio (TLC) para que se encargue de este problema.

 

Sin embargo, la xenofobia sólo empeora las cosas, porque los inmigrantes optarán por rutas más peligrosas y a los coyotes y al Clan del Golfo se les volverá más rentable el negocio. Otro asunto para tener en cuenta es que sin los indocumentados latinos Estados Unidos se quedaría sin mano de obra y América Latina sin remesas. Por lo tanto, devolver a más de 11 millones de personas a sus países de origen, generaría unos problemas sociales sin precedentes para la región.

 

Lo cierto es que Trump difícilmente tendrá un contrapeso en los próximos dos años. Su triunfo fue tan demoledor que, sólo por esa razón, la transición será pacífica. Cualquier otro escenario hubiera sido muy peligroso, porque el país nunca había estado tan polarizado desde la guerra civil.

 

Queda claro entonces, que con la victoria de Trump el mundo entró en una dimensión desconocida. Un narciso es nuevamente el hombre más poderoso del planeta. Un ser absolutamente básico y bufonesco pudo persuadir al electorado estadounidense y representar la fuerza y la seguridad que Joe Biden al final de su mandato no podía transmitir.

 

Ha comenzado el siglo XXI. La pregunta es si las instituciones estadounidenses están preparadas para el desafío que tienen en sus manos. Algunos analistas advierten que Estados Unidos podría convertirse en una autocracia. Otros afirman que Estados Unidos ya no es una democracia y que la polarización del país no es ideológica, sino educativa.

 

Por eso, la élite ilustrada con contadas excepciones estaba con Kamala Harris y no con Donald Trump, porque sabían que la democracia estaba en juego. El punto es que Trump tratará de llevar a cabo el “Proyecto 2025” y las propuestas de la extrema derecha. Además, Trump venció al “Estado profundo”. Es decir, al Estado dentro del Estado y al verdadero poder detrás del poder, representado en los grandes grupos económicos. Sin embargo, Trump tendrá que negociar el Proyecto 2025 con ellos o entrar en una peligrosa disputa, revelando, por ejemplo, la lista de Epstein.

 

Lo cierto es que el partido republicano está moribundo y el demócrata se convirtió en “el partido del gran capital”. El partido de los dueños de Facebook, Google, Amazon, Microsoft y el New York Times, dejando a la social democracia en Estados Unidos igual de frágil que en Europa.

 

En cuanto a la política exterior, Trump no necesita salirse de la OTAN para que la alianza deje de funcionar o para que funcione como él quiere. Trump es más cercano a Putin que de cualquier otro presidente europeo y el Viejo Continente es hoy un tablero de ajedrez en pleno movimiento. Recordemos que Trump no se mueve multilateralmente, sino bilateral o transaccionalmente y México será el primer país de América Latina contra el pizarrón. Los tratados de libre comercio con Colombia, Chile y Panamá entrarán a revisión.

 

Lo que suceda con Cuba y Venezuela es una incógnita. Maduro es amigo de los amigos de Trump, aunque Musk podría influir para que el republicano no intercambie petróleo barato a costa del sufrimiento de los venezolanos. La política antidrogas se mantendrá, la relación con Petro será difícil y los presidentes Milei y Bukele serán sus nuevos amigos en la región.

 

Por otra parte, es muy probable que Trump amenace con una guerra arancelaria a China, pero no tiene margen y deberá evitar la inflación y un mayor endeudamiento. Lo cierto es que Estados Unidos no va a dejar de ser la potencia mundial hegemónica de un día para otro y Trump no va a querer compartir el mundo con China.

 

Trump va a gobernar como un empresario sin moral y no como un estadista. Es decir, sin una gota de ética o ideología. A Trump lo caracteriza el pragmatismo y su instinto de ser un depredador en todo el sentido de la palabra. Entonces, el futuro de la humanidad dependerá del ego de un narciso y de los impulsos de un depredador. De tal manera, que Estados Unidos con Trump a la cabeza no será un aliado incondicional de Israel ni de nadie.

 

Netanyahu tendrá hasta el próximo 20 de enero para hacer lo que tenga que hacer. A partir de ese día, las condiciones para Israel en el Medio Oriente van a cambiar. Trump le va a entregar Ucrania a Putin, a cambio de que Rusia controle a Irán para que no ataque a Israel. La paz que está proponiendo Trump es en realidad una victoria de Putin. Se le entregaría a Rusia el territorio invadido, a cambio de que Ucrania no ingrese a la Unión Europea en los próximos 20 años, entre otros detalles.

 

Lo cierto es que hasta el 20 de enero el mundo seguirá en suspenso. La semana pasada, por ejemplo, unos drones aparentemente británicos atacaron la flota rusa del Caspio. Sin embargo, no todas son malas noticias, porque con Trump la tensión entre las dos Coreas seguramente va a mermar.

 

En conclusión, a Trump le gusta la guerra arancelaria, pero China le podría contestar dándole un zarpazo a Taiwán. China no está renovando los bonos del tesoro y ya no es el principal tenedor de bonos del tesoro estadounidense. Desde el 2019, ese lugar lo ocupa Japón. El problema es que Estados Unidos lleva 16 años preparándose para una guerra con China y hoy sólo cuenta con Filipinas en el Pacífico Occidental.

 

LANZA LLAMAS:

 

La Mechita del Polilla Da Silva no me convence. Nos hace falta un diez y recuperar el “jogo bonito”. El problema está en el mediocampo. Para mi Josen Escobar está por encima de Rivera y Zapata. Y Quiñones tiene que ser titular, ese muchacho es jugador de selección Colombia.

 

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