Jorge Garcés B.
El futuro de Colombia dependerá en buena medida de si el desarrollo social y económico del país van de la mano. De lo contrario, no habrá desarrollo ni tendremos una democracia vigorosa y estable. Eso sí, tendremos que deponer algunos de nuestros intereses particulares para alcanzar los intereses superiores de la patria; y formular políticas de Estado, que tengan continuidad en el tiempo y visión de largo plazo.
En tal sentido y para desarrollarnos verdaderamente, “Colombia tendría que multiplicar por cuatro o cinco veces el tamaño de su economía” (Bruce Mac Master). Entre otras cosas, porque sin crecimiento económico no puede haber redistribución de la riqueza y no podremos reducir la brecha que nos separa de los países desarrollados. Sin embargo, desarrollo y riqueza no significan lo mismo. Por ejemplo, Venezuela es un país rico, pero su riqueza no se ha desarrollado y Japón no era un país rico, pero supo desarrollarse y hoy es la cuarta economía del mundo.
Dicho esto, América Latina es atractiva, pero no para invertir, sino para entender por qué no se ha desarrollado. Dicen que el mejor análisis económico se consigue observando el bienestar de las personas. Por eso, todas las políticas públicas de un gobierno deben ir encaminadas hacia mejorar la calidad de vida de los ciudadanos; entendiendo que los subsidios son para apagar incendios y no para superar los problemas históricos o estructurales de las naciones.
Entonces, para alcanzar los objetivos sociales de la prosperidad, los Estados también deben emprender, innovar y desmontar el mito de que sólo pueden regular o intervenir cuando sea necesario (Mazzucato). El Estado y el sector productivo deben trabajar en llave para generar más empleos de calidad y mejorar la redistribución de la riqueza.
Por eso, Colombia debería seguir los pasos de Uruguay, Chile y Costa Rica y no los de Venezuela o Cuba, porque es mil veces preferible alcanzar el desarrollo económico en democracia y libertad, que en un régimen autoritario. Digo esto, porque la pobreza, la inequidad y las contradicciones sociales están poniendo en riesgo a las democracias del mundo.
Afortunadamente, la alerta está encendida y ya hay pilotos en marcha para implementar a mediano plazo una renta básica universal, un índice de Gini, pero calculado a nivel mundial y un impuesto global para los más ricos del planeta; porque, por ejemplo, la mitad del mundo no puede seguir sin agua potable y esto no es socialismo sino sentido común.
Ahora bien, Colombia no es política ni económicamente relevante a nivel global. De pronto, ambientalmente podríamos jugar un rol junto al deporte, el arte y la producción de alimentos. De cualquier manera, Colombia necesita un sueño o un norte y ese sueño no está precisamente en Estados Unidos.
Necesitamos una causa nacional y encontrar un referente distinto a la cocaína para posicionarnos de una manera novedosa y constructiva en el mundo; porque una vez seamos “maduros para la paz” (Estanislao Zuleta), necesitaremos ser flexibles para transformar los territorios sin que las rígidas instituciones del Estado lo impidan.
De tal manera, que sería ideal desarrollarnos sosteniblemente; profundizar la democracia; fortalecer el Estado Social de Derecho; aumentar la colaboración entre los ciudadanos; integrarnos más con América Latina y aprovechar las avenidas de los dos océanos.
LANZA LLAMAS:
La Organización de Naciones Unidas (ONU) se creó después de la Segunda Guerra Mundial para evitar más confrontaciones bélicas entre los Estados miembros. Desde entonces, ha habido todo tipo de guerras muy bien enumeradas por Ramonet y Chomsky. Es cierto, que hoy los casos de Ucrania, Gaza y Líbano cuestionan profundamente su razón de ser, pero sigo creyendo que, es mejor un mundo con Naciones Unidas, que sin Naciones Unidas.
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DOCUMENTO DE REFERENCIA Y/O CONSULTA:
MASTER, MAC, BRUCE. “El continente de los países resignados”. Editorial Planeta Colombiana S.A., Bogotá, 2023.
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