Jorge Garcés B
El cambio climático no es una simple variación en el clima, sino una cuestión de vida o muerte para el ser humano como especie. Por eso debería ser una prioridad global y la principal política pública de todos los Estados. El cambio climático abarca principalmente el aumento de la temperatura atmosférica. El calentamiento de los océanos. El descongelamiento de los glaciares. El aumento en el nivel del mar. La radicalización y frecuencia de los fenómenos naturales y hasta la seguridad alimentaria.
Es cierto que Colombia sólo genera entre el 0.42 % y el 0.58 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI) y donde el sector transportador es el responsable del 78 % de esas emisiones. Sin embargo, recordemos que en los países andinos las épocas de lluvia y de verano serán cada vez más prolongadas e intensas, afectando primordialmente a las poblaciones con menores recursos y más vulnerables.
Mientras tanto, la minería ilegal sigue contaminando todo a su paso, especialmente al alma de los hombres y al agua dulce de las cuencas, quebradas y ríos. Ahora bien, la mitad de los bosques tropicales del mundo se encuentran en el Amazonas y es allí donde se concentra el 20 % del carbono de la Tierra. De tal manera que, cambiar deuda externa por proteger a la región amazónica es una buena idea.
También tiene toda la lógica del mundo desarrollar ganaderías tecnificadas, donde las vacas puedan mirar los árboles como en la finca de José Félix Lafaurie. Todo lo anterior, teniendo en cuenta las contradicciones sociales, el crecimiento demográfico, la necesidad global de producir alimentos y, porque la biodiversidad y los ecosistemas son especialmente frágiles.
Por lo tanto, la transición hacia una economía competitiva y un desarrollo bajo en carbono requiere de un esfuerzo transversal, multifactorial e interdisciplinario, donde la voluntad política, la verdad científica y la sensibilidad económica trabajen en equipo. Estamos hablando de acciones activas y pasivas, que ayuden a investigar, mitigar, adaptar e implementar coordinadamente todo tipo de medidas por parte de todo tipo de actores.
Rimbaud cambió la vida. Ahora le corresponde al mundo entero repetir la hazaña. Porque salvar al ser humano del cambio climático y de la contaminación química en la atmósfera, requiere detener la alteración de los ciclos del agua y detener la fuerza movediza de los suelos.
Vale la pena anotar que, el planeta Tierra tuvo durante 11 mil años una relativa estabilidad climática, hasta hace aproximadamente 100 años. Es decir, que 500 generaciones venían haciendo las cosas bien, hasta que las últimas cinco pusieron el patrimonio natural de la humanidad en entredicho con la industrialización, la modernidad y una equivocada idea de progreso.
Colombia, por ejemplo, es el segundo país más biodiverso del mundo y el sexto con mayores reservas de agua. Tiene costas sobre dos océanos y una importante parte andina, amazónica, orinoquense, caribeña y del Pacífico. Este es el patrimonio natural que estamos destruyendo o que se encuentra desapareciendo ante nuestros ojos y junto a más de un millón de especies en vía de extinción.
Por eso algunos afirman que todos los seres humanos deberíamos de tener dos pasaportes: uno que corresponda al país de origen y otro que represente al planeta Tierra. Otros están afirmando que ya no vivimos en medio de un cambio climático, sino de un cambio global; porque no sólo el clima está cambiando, sino que hay otras transformaciones globales en pleno desarrollo, todas causadas por la actividad humana.
No obstante, para problemas complejos soluciones sencillas y “pensar globalmente, pero actuar localmente”. Colombia, a pesar de su insignificante huella en la emisión de gases de efecto invernadero (GEI), sólo necesita detener la deforestación y transformar la actividad agropecuaria. Si se concentra en estas dos acciones su aporte a la humanidad será inmenso.
Por otro lado, el vínculo del hombre con la naturaleza es un reflejo de su relación con los demás. Entre otras cosas, no se trata de decrecer o de ponerle un límite al crecimiento económico, sino de reconocer los límites que impone la naturaleza para que las diferentes formas de vida puedan desarrollarse armónicamente.
Esto se llama desarrollo sostenible. En otras palabras, erradicar la pobreza, trabajar en la inclusión social, mejorar la calidad de vida de todos los seres humanos y respetar los límites del planeta. Indira Gandhi, una ambientalista hindú hace poco tiempo lo dijo: “la pobreza es el mayor contaminador de todos”. Así que, los límites no los debe fijar la economía, los Estados, los negacionistas, los apocalípticos o el mercado, sino la naturaleza y su sabia condición de enseñarle a amar a los hombres.
LANZA LLAMAS:
Salgo de vacaciones y regreso en la segunda semana de enero de 2024, al menos que algo extraordinario ocurra. ¡Feliz Navidad y feliz año!
DOCUMENTOS DE REFERENCIA Y/O CONSULTA:
BECERRA, RODRÍGUEZ, MANUEL. “Presente y futuro del medio ambiente en Colombia”. Penguin Random House Grupo Editorial S.A.S. Bogotá D.C., septiembre de 2023.
RODRÍGUEZ, AMPARO, GLORIA (compiladora). “Retos para enfrentar el cambio climático en Colombia”. Editorial Universidad del Rosario. Bogotá, D.C., octubre 14 de 2020.
El cambio climático llegó y hay que aceptarlo. El mundo se acomodará