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ATANDO CABOS

Jorge Garcés B.

 

 

Sólo con una sociedad sana y una clase media pujante podremos progresar democráticamente y como especie. Salud mental y salud democrática van de la mano. Hace cuatro mil años el hombre quería ser libre y hoy se inventa las cadenas, huyendo de la libertad; seguramente, porque en las democracias occidentales no nos enseñan a vivir ni mucho menos a morir dignamente.

 

Hemos creado de todo a lo largo de esta vida, pero hemos descuidado la justicia, la solidaridad y la paz. Dicen que los locos nunca hablan de su locura. Debe ser por eso que los colombianos vivimos de guerra en guerra sin ser conscientes de que hemos naturalizado a la violencia. Esto es para Fromm, la “patología de la normalidad”.

 

Por otro lado, en Colombia sólo los privilegiados pueden darse el lujo de enfermarse mentalmente, porque ir al psicólogo, al psiquiatra o comprar psicofármacos es costoso; los planes de salud difícilmente cubren los gastos y los empleadores no quieren tener en sus empresas a personas con estas dificultades. Además, un cuadro psicótico es frecuentemente confundido con un demonio que tiene a la persona poseída e ir al psicólogo, al psiquiatra o necesitar medicina psiquiátrica sigue siendo estigmatizante. Por lo tanto, el subregistro de la salud mental en Colombia debe ser enorme.

 

El punto es que cada vez hay más pacientes mentales y sus perturbaciones cada vez son más graves. Paradójicamente y según Fromm, a mayor prosperidad y riqueza material, mayores son los desequilibrios del hombre. En los países más desarrollados de Occidente, donde la calidad de vida es supuestamente “buena”, la riqueza está mejor distribuida, las democracias son sólidas y la paz es estable, es donde más enfermas están las personas. Todo parece indicar que la ausencia de problemas es un gran problema y que hay necesidades que no se están satisfaciendo “como Dios manda”.

 

Lo cierto es que una sociedad enferma hace que el orden social y el orden normativo, ambos creados por el hombre para su desarrollo y transformación, no funcionen en armonía. Sin embargo, como son miles o millones de personas las que están mentalmente enfermas y no lo saben, la enfermedad se convierte en cultura. Y la cultura utiliza “opiáceos culturales”, evasores y todo tipo de satisfactores de necesidades para mantener en calma a las personas.  

 

Ahora bien, cuando un ciudadano está más enfermo que la mayoría de los ciudadanos, los remedios culturales no le hacen mella y para eso están las clínicas de reposo, los hospitales psiquiátricos, la terapia y los psicofármacos.

 

Por otro lado, cada cierto tiempo los evasores culturales deben ajustarse para suplir las nuevas carencias de las personas mentalmente enfermas. Esto sintetiza la patología de la civilización occidental, donde una sociedad con la adecuada dosis de “opiáceos culturales” puede ser más pacífica y organizada, pero también más enferma.

 

De tal manera, que el hombre moderno en las sociedades capitalistas no sabe cómo llenar el vacío o, por ejemplo, qué hacer con su tiempo libre. El capitalismo de Estado o el Estado al servicio de los que tienen el capital, convirtió al trabajo, a la disciplina y a la puntualidad, etc., en valores morales de los hombres que deben ser productivos y generar riquezas o literalmente fracasar y ser considerados como unos fracasados por parte de una sociedad enferma. No me refiero a los que tienen que producir para sobrevivir y suplir las necesidades básicas de sus familias, sino a los símbolos, signos y valores que nos impone y transmite la estructura capitalista desde que somos niños, a través del entorno, la familia y los amigos.

 

Otra herencia del capitalismo es la aprobación. El hombre ha pasado de querer acumular riquezas, a querer acumular “likes”, corazones, “vistas” y seguidores en las redes sociales y esto tampoco es sano bajo ningún punto de vista. Fromm considera que, el fracaso del progreso aislado, debería algún día constituirse en una lección convincente para todas las sociedades.

 

Entonces, la sinrazón es tan poderosa como debería de ser la clase media en una democracia, pero las clases emergentes necesitan tener un camino para continuar emergiendo o su comportamiento se tornará violento. Esto requiere de un “capitalismo maduro”, porque de las clases medias de hoy y su salud mental depende el futuro de la democracia en el mundo.

 

LANZA LLAMAS:

 

La selección Colombia gana, gusta y golea, pero todavía no me la creo. La Copa América comienza para nosotros el próximo miércoles ante la Uruguay de Marcelo Bielsa. Será una final adelantada. Una batalla que seguramente dejará muy malherida a la escuadra que logre avanzar para medirse con Argentina en el último partido del certamen, al menos que algo extra futbolístico ocurra entre los dirigidos por Scaloni y Canadá. De tal manera, que preparémonos para ver cómo las dos mejores expresiones futbolísticas del momento se matan entre sí. Sin embargo, no creo que vayamos a ver un partido vistoso. Más bien, veremos un cotejo o un duelo de mucha fricción, recio, entrecortado y eso sí, de pronóstico reservado. 

 

DOCUMENTO AUDIOVISUAL COMPLEMENTARIO:

 

ENLACE: "ATANDO CABOS"


 

DOCUMENTOS DE REFERENCIA Y/O CONSULTA:

 

FROMM, ERICH. “Psicoanálisis de la sociedad contemporánea. Hacia una sociedad sana”. Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México, 1956.

 

PEDREROS, LÓPEZ, RICARDO, A. “La clase invisible. Género, clases medias y democracia en Bogotá”. Editorial Universidad del Rosario, Ricardo López-Pedreros, 2022.

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