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LEYENDO A COLOMBIA

  • Foto del escritor: Jorge B
    Jorge B
  • 8 ago
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 9 ago


Jorge Garcés B.


 

El primer gobierno de izquierda no pudo transformar a Colombia y sepultó los sueños del progresismo ilustrado. Me refiero a la academia, porque vaya diferencia entre Gustavo Petro y la izquierda pensante, ética y desapasionada de hombres como Carlos Gaviria (Q.E.P.D). Sin embargo, para bien o para mal, el país está cambiando.

 

Colombia se debate entre una transición completamente caótica y un paréntesis muy peligroso, porque las reformas sociales no se vienen tramitando por medio de consensos o a través de la construcción de acuerdos sino a la brava. Es decir, exacerbando los odios y las contradicciones sociales. La situación es la siguiente: por un lado, tenemos a un gobierno que no sabe gobernar y por el otro lado, tenemos a una oposición absolutamente miope y cerrada a la banda, impidiendo la modernización democrática del país; tal vez por el temor a perder la democracia.

 

Lo cierto es que este gobierno no gobierna para todos los colombianos e incita a la confrontación entre nosotros. Además, Gustavo Petro insiste en reformar al país por decreto y así no funcionan las democracias liberales. No obstante, el primer mandatario a veces acierta en los problemas, pero los agrava con las soluciones que plantea.


Por ejemplo, el modelo de salud necesitaba reformas, pero hoy estamos ad-portas de una crisis sanitaria por la sobresimplificación de la problemática de un sistema tan complejo y técnico. Para la muestra un botón: las EPS son mucho más que simples intermediarias, pero ahondaré en este tema en otra oportunidad.  

 

Luego, el jefe de Estado cree que se puede gobernar a través de la violenta red social X y en consecuencia el debate viene perdiendo altura en Colombia. Por lo tanto, este es un gobierno que sólo abre espacios de diálogo para los criminales, porque para todo lo demás tiene un discurso o se inventa un monólogo. Entre otras cosas, el país necesitaba un cambio y no un señor que viniera a refundar la patria.

 

Para la paz, por ejemplo, el Gobierno Nacional nunca tuvo un plan y la posibilidad de cerrar el conflicto político se nos fue de las manos. Mejor dicho, se atomizó la violencia y hoy tenemos ocho conflictos armados, según la Cruz Roja. Y también se atomizó la política y hoy tenemos 35 partidos políticos y 75 precandidatos presidenciales.

 

Ahora bien, que se amplíe la representación política no es malo para una democracia, pero esta cantidad de liderazgos lo que significa es todo lo contrario: la ausencia de líderes; de ideas frescas; de nuevas narrativas y de ideologías novedosas para organizar la sociedad.

 

De cualquier forma, los colombianos seguimos siendo incapaces de reconocer la dignidad de los demás, no confiamos en el prójimo y nuestros gobernantes siguen sin entender que deben obedecerle al programa de gobierno que eligieron la mayoría de los colombianos, pero sin desconocer los derechos de las minorías.

 

También seguimos sin entender que en las democracias cada privilegio trae consigo un montón de responsabilidades. De lo contrario, la democracia en Colombia tiene sus días contados. En otras palabras, de la reinvención o colapso de nuestra democracia dependerá el futuro de la historia política del país.

 

LANZA LLAMAS:

 

Estados Unidos aumentó la recompensa para capturar vivo o muerto al dictador Nicolás Maduro y ofreció una suma de 50 millones de dólares; una fortuna para cualquier mortal, pero insuficiente para que el ejército de Erik Prince vaya por él a Venezuela.


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