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LA JUNTA

  • Foto del escritor: Jorge B
    Jorge B
  • hace 21 horas
  • 4 Min. de lectura

Jorge Garcés B.


 

 

Desde que Gustavo Petro era guerrillero ha querido cambiar al Estado colombiano y ahora que es presidente de la República quiere cambiar el mundo. En todo caso, desde que era muy joven solía confundir el delito político con los ideales políticos. Así que por supuesto que también tiene sus observaciones sobre el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el tipo de desarrollo que este organismo internacional entiende como desarrollo. Desde luego, que debe estar molesto de que el FMI le haya suspendido temporalmente la Línea de Crédito Flexible (LCF) a Colombia. Pero qué esperaba el primer mandatario ante el evidente deterioro de las finanzas públicas del país.

 

El jefe de Estado no es un hombre de ciencia, pero constantemente la utiliza para sustentar sus alegatos sobre el Cambio Climático y la necesidad de un cambio en el modelo económico mundial. Sin embargo, esta racionalidad, tan válida como otras, trae consigo sesgos, creencias y unas convicciones que están naturalmente detrás y que deben sopesarse políticamente o llevarlas ´a la arena donde se negocian los significados´ y donde nadie quiere ceder en los conceptos ni ceder en las ideas.

 

El primer mandatario cree que a la Tierra le quedan nueve años antes de que el Cambio Climático se vuelva irreversible. Lo cierto es que muchos colombianos creemos que a Colombia le queda un año antes de volverse más pobre que Venezuela. De cualquier modo, el presidente Petro está más preocupado por restructurar las finanzas públicas del mundo que en organizar las finanzas públicas domésticas.   

 

Está bien que el presidente Petro piense globalmente, el problema es que no actúa localmente y cuando lo hace destruye las poquitas cosas que funcionan más o menos bien, como lo hizo con la salud y Ecopetrol. Por otro lado, el presidente Petro pretende construir justicia social sin primero crear riqueza, porque su obsesión consiste en atacar la desigualdad social y no la pobreza. En otras palabras, para el jefe de Estado es más importante quitarle a los ricos que darle a los pobres.

 

Tal vez por eso prefiere hablar con los criminales antes que entablar un diálogo con los gremios para que, por ejemplo, en Colombia no haya que hacer un Plan Nacional de Desarrollo (PND) cada cuatro años, sino cada veinte años como Dios manda; demostrando nuestra incapacidad de trazar políticas de Estado, trabajar en equipo y proyectar al país. En eso los paisas y recientemente los barranquilleros le llevan al resto de municipios y departamentos de Colombia una ventaja enorme.

 

Cambiando de tercio, la tesis del Gobierno Nacional es que sí estamos ante una nueva época de la violencia en Colombia, porque es una violencia transnacional que está amenazando la soberanía del país. Es una nueva variable en el conflicto interno que podría estar detrás del atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay y del presunto golpe de Estado contra el presidente Petro.

 

Se trata de una nueva organización internacional denominada la ´Junta del Narcotráfico´, que al parecer se reúne cada cierto tiempo en Dubái; que tendría infiltrada a la Fiscalía General de la Nación y que estaría detrás del asesinato del fiscal paraguayo Marcelo Pecci durante su luna de miel el pasado 10 de mayo de 2022 en Cartagena. Esta organización internacional controla hoy territorios y rentas legales e ilegales por toda Colombia.

 

´La Junta´ está compuesta por albaneses, italianos, mexicanos, paraguayos, turcos, ecuatorianos y de narcotraficantes de todas las nacionalidades. Por ejemplo, dicen que los albaneses son los que hoy controlan la frontera con Venezuela. De tal manera, que la amenaza para la estabilidad del país no ha dejado de ser ideológica, porque el presidente Petro se cree el sucesor de Bolívar, pero una ruptura de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos fortalecería a organizaciones como ´la Junta´ y debilitaría a las Fuerzas Armadas.

 

Dicen que la política exterior de un país es el reflejo de su política interna y a Gustavo Petro le conviene una crisis diplomática con Estados Unidos para desviar la atención sobre el desorden de su gobierno y para ganar autonomía en las elecciones del próximo año. Ahora bien, las relaciones internacionales son relaciones de intereses y por lo tanto, de poder y el presidente Petro no sabe dirimir este tipo de diferencias sin recurrir a la confrontación. Por eso, Colombia es hoy una preocupación para Estados Unidos, pero podría convertirse en una ´amenaza inusual´ para el Departamento de Estado y el Comando Sur.

 

Ojalá, Estados Unidos entienda que una cosa es el gobierno de Gustavo Petro y otra muy distinta Colombia: su aliado y socio estratégico más importante en la región desde hace 27 años. No obstante, la verdad es que Colombia nunca había tenido que lidiar con un gobierno tan nefasto como el del presidente Trump y Estados Unidos nunca había tenido que entenderse con un discípulo de Buenaventura Durruti. Es decir, con un anarcomunista o comunista libertario en la Casa de Nariño. Por lo tanto, esperemos que las represalias de Estados Unidos sean selectivas y no afecten el flujo migratorio, que no graven con impuestos las remesas o le impongan más aranceles a las exportaciones colombianas.

 

LANZA LLAMAS:

 

Alrededor del negocio de los pasaportes en Colombia hay todo tipo de teorías conspirativas, pero a veces pienso que se trata de una rabieta del presidente Petro que le ha costado el puesto a tres cancilleres de la nación.


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