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“DRILL, BABY, DRILL”

garcesbjorge


Jorge Garcés B.

 

 


Con el presidente Donald Trump todo es económico. Las relaciones internacionales, por ejemplo, son una oportunidad de negocio y comprar Groenlandia, convertir a Canadá en el estado 51 de la Unión, cambiarle el nombre al golfo de México e intervenir al canal de Panamá; todo hace parte de una agenda totalitaria y de un plan geopolítico muy bien orquestado para que Estados Unidos expanda su territorio. En otras palabras, para que se reponga de la derrota que le propinaron en Ucrania.

 

Ahora bien, los canadienses son en su mayoría de ascendencia francesa e inglesa. Por lo tanto, una eventual adición a la Unión Americana no representaría un choque cultural para ninguna de las dos naciones. Por otro lado, Canadá es una potencia minera que doblaría el territorio de Estados Unidos y que le abriría el paso del Atlántico al Pacífico para que, a través de Canadá, los norteamericanos pudieran desplazarse más fácilmente hacia Alaska o en su defecto hacia Groenlandia, donde sólo viven alrededor de 59 mil nacionales.  

 

En caso de materializarse lo anterior, Estados Unidos se convertiría en el país más grande del mundo con aproximadamente 4 millones de kilómetros más que Rusia. Por si fuera poco, se quedaría con la mitad del Ártico para aprovechar su deshielo y explotar las reservas de petróleo y gas, entre otros recursos minerales. De tal manera, que Estados Unidos también se convertiría en el mayor productor de petróleo.

 

No obstante, para llevar a cabo este plan expansionista Estados Unidos necesitará crear uno o varios enemigos que justifiquen la intervención de “los buenos” contra “los malos”. Sin embargo, con México la situación es distinta, porque lo único que a Estados Unidos le interesa es el petróleo mexicano y que los aztecas sigan siendo sus segundones. Es decir, que sigan proporcionándole mano de obra barata y que no se les ocurra mirar hacia el sur. Al mismo tiempo, se calcula que entre millón y medio y dos millones de mexicanos ilegales serán deportados.

 

Lo cierto es que ha quedado claro que Estados Unidos no dejará de ser la primera potencia mundial tan fácilmente y que tiene la suerte de que Canadá sea un país inmenso y con pocos habitantes y que Groenlandia tenga una histórica tradición independentista. Entonces, el plan de Estados Unidos tras su derrota en Ucrania es bastante factible y consiste en quedarse con prácticamente toda América: Groenlandia, Canadá, el golfo de México y el canal de Panamá.

 

Debo aclarar que lo anterior no es el resultado de una iluminación espontánea del presidente Trump, sino la consecuencia de un proyecto geopolítico fríamente diseñado, que piensa aprovecharse de la crisis económica de sus “vasallos” en Europa, entre ellos Dinamarca y de los países periféricos en América Latina como Panamá para fortalecerse ante su verdadero enemigo que es China. Hay muchas maneras de hacer la guerra y estamos ante una de ellas, aunque el futuro de la cultura iberoamericana quede en entredicho.  

 

Lo cierto es que las élites en Estados Unidos están divididas. Trump representa al nacionalismo cristiano y al “darwinismo geopolítico”. Además, cuenta con una nueva oligarquía propietaria de las plataformas tecnológicas y con un puñado de analistas políticos de Fox News con los que ha logrado replegar a los globalistas y contrarrestar al Estado profundo. Cabe agregar, que su viaje a California no se debió a los devastadores incendios de las últimas semanas, sino porque anda detrás de los 56 votos electorales para Vance dentro de cuatro años.

 

Ucrania cambió al mundo y eso explica el nuevo rumbo de la geopolítica norteamericana para recuperarse de los errores cometidos durante la administración del expresidente Biden. Sin embargo, Trump no podrá cambiar la política exterior de los últimos 80 años como lo catapulta The Economist, porque Rusia y China no lo permitirían. La “doctrina Trump” también tiene límites estratégicos para poder resguardar sus fronteras y comenzar a crecer desde adentro.

 

En todo caso, el presidente Trump necesitará hacer algo para que el mundo lo tome en serio. Firmar 200 órdenes ejecutivas en su primer día de gobierno o deportar a cientos de indocumentados no será suficiente. Por ejemplo, el expresidente Reagan invadió en octubre de 1983 a la pequeña isla de Granada en el Caribe para enviar el mensaje de que no estaba para nada contento con la militarización soviética-cubana en la región.

 

Así se comportan los imperios en disputa o en declive. Por eso algunos analistas consideran que Estados Unidos está dejando de ser una democracia para convertirse en una plutocracia o en el gobierno de los ricos. Otros académicos señalan que los gringos se están volviendo una emocracia. Es decir, en un lugar donde gobiernan las emociones, porque el relato oficial cada vez carece más de razonamientos válidos, pero le sobran las emociones y los nuevos canales de difusión. Mientras tanto, el mundo sigue “informándose” leyendo titulares editorializantes o ciberanzuelos en las redes sociales.

 

Por lo tanto, no creo que una segunda Edad Dorada esté comenzando en Estados Unidos. Todo lo contrario, pienso que se avecinan tiempos difíciles. Trump no llegó a la Casa Blanca para quedarse cuatro años, sino para plantar un proyecto político contrarreformista que se reparta el mundo con China, Rusia y dentro de unos años con la compañía de India también.

 

LANZA LLAMAS:

 

Sigo sin entender qué hacía el presidente Petro y el ministro de Defensa en Haití, mientras que en el Catatumbo van: 42 mil desplazados, 12 mil confinados, 80 muertos y 20 heridos…

 

DOCUMENTO AUDIOVISUAL COMPLEMENTARIO:

 

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