Jorge Garcés B.
María Corina Machado lleva alrededor de diez años sin poder salir de Venezuela. A todo aquel que le venda un tiquete de avión, un almuerzo, una botella de agua o la hospede en un hotel, el régimen le cierra el negocio. Es la única líder política que le queda a la oposición democrática en tierra venezolana. Enrique Capriles y Henry Ramos Allup se acomodaron y no los juzgo. Todos los demás, como, por ejemplo, Leopoldo López, Antonio Ledezma y Julio Borges se exiliaron y tampoco los juzgo, porque “cada uno es dueño de sus miedos”.
Además, gracias a María Corina el señor Edmundo González ganó en franca lid las elecciones presidenciales, a pesar de someterse a las desiguales e injustas reglas de la tiranía. Ella sabía que iba haber fraude, porque no era la primera vez y se preparó para probarlo junto a un millón de voluntarios, que ayudaron especialmente para que los centros de votación no estuvieran ni un minuto solos.
Con una aplicación (app) y desde primeras horas de la mañana se monitoreó todo el proceso electoral. Claro está, gracias a la ayuda de miles de miembros de las Fuerzas Armadas y del Consejo Nacional Electoral (CNE). En síntesis, el monitoreo incluyó la impresión de las actas por parte de las máquinas de votación y su traslado a un centro de acopio para ser escaneadas, digitalizadas y publicadas en un portal de Internet.
De tal manera, que el dictador Maduro perdió las elecciones con una diferencia de casi cuatro millones de votos y, además, lo traicionaron sus hombres. Entre otras cosas, el Consejo Nacional Electoral (CNE) tenía 48 horas para presentar las actas y hasta el día de hoy no ha presentado ni una; porque no puede, porque sería presentar las pruebas del fraude y autoincriminarse.
Eso explica por qué van entre 1.200 y 1.400 personas capturadas. Hay denuncias sobre desapariciones forzadas; tortura; secuestro; casas marcadas como lo hicieron los nazis en Berlín (o como lo hizo en el 2015 la Guardia Nacional Bolivariana con las casas de cientos de colombianos en San Antonio del Táchira); hay cuatro periodistas acusados de terrorismo y otros tres comunicadores privados de la libertad. Para no hablar de la difícil situación que están viviendo los testigos electorales; unos están escondidos y otros tuvieron que huir de Venezuela, del terrorismo de Estado.
No obstante, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana sabe perfectamente que hubo fraude, que el dictador Maduro perdió las elecciones y el mundo democrático no tiene dudas sobre esta materia. De tal manera, que no sólo perdió toda legitimidad el dictador Maduro, sino que los generales corrieron con la misma suerte ante sus hombres. Por eso María Corina dice que “la negociación no ha comenzado, pero la transición sí” y que hay que hacer valer la soberanía popular. En otras palabras, que el voto se debe defender hasta con la vida, porque ha sido una gesta ciudadana y una hazaña haber elegido contra viento y marea a Edmundo González Urrutia.
La Venezuela democrática tiene cinco meses para un levantamiento popular y/o una insurrección militar que saque a Maduro del Palacio de Miraflores, porque la movilización social ha demostrado que no es suficiente para tumbar al dictador. Por eso lo que propuso Colombia y Brasil (México se hizo a un lado) de repetir las elecciones e instalar una especie de Frente Nacional u otro Pacto de Puntofijo es un irrespeto hacia la mayoría de los venezolanos, que ya eligieron a su jefe de Estado y hacia una mujer tan valerosa como María Corina. Además, la Casa Blanca, el dictador Maduro y Edmundo González Urrutia ya respondieron que gracias, pero no gracias.
Lo que ocurrió en Venezuela el pasado 28 de julio de 2024, no fue un simulacro. Ojalá que los presidentes Petro y Lula se amarraran los pantalones y aprendieran de la ética existencial del joven presidente de Chile. Gabriel Boric, desde un principio entendió que este no era un problema de izquierdas o derechas; sino de democracia o tiranía; de derechos humanos (DD.HH.) o crímenes de lesa humanidad; de justicia o corrupción, porque en Venezuela no ganó la derecha, sino la democracia liberal.
Ahora bien, este también es un problema que desborda a la región, porque Venezuela es el país con las mayores reservas de petróleo en el mundo y con buena parte de las reservas mundiales de gas, oro, cobre, hierro y coltán, entre otros minerales bastante apetecidos por potencias nucleares como China, Rusia, Estados Unidos e Irán. Al mismo tiempo, Venezuela se ha convertido en un santuario del crimen internacional, donde las organizaciones terroristas con la complicidad del régimen hacen y deshacen en la tierra de Miranda, Bello y Bolívar.
Por si fuera poco, la actual situación de Venezuela representa la crisis migratoria más grande del mundo y podría aumentar significativamente si la dictadura se atornilla en el poder. Lo cierto es que el régimen nunca había estado tan débil. Sólo hace falta que la comunidad internacional y los venezolanos le den el último empujón.
Por lo tanto, cualquier negociación debe hacerse, pero hacia la transición y debe incluir a María Corina Machado. Sin embargo, no será fácil por el evidente machismo demostrado por todas las partes, incluyendo a Colombia y Brasil; y, porque el régimen de Venezuela es un monstruo de mil cabezas. Venezuela tiene más de dos mil generales. Es decir, que tiene más generales que toda la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y cada uno es un cacique con influencia en los asuntos políticos y administrativos del país.
LANZA LLAMAS:
Se desplomaron las divisas del carbón. Se derrumbaron las utilidades de Ecopetrol y Gustavo Petro quiere implementar “un corralito” con el cuento de las inversiones forzosas. Por si fuera poco, el primer mandatario le propuso a la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) retomar los diálogos para conversar sobre la posibilidad de cambiar el modelo económico del país; a pesar del paro armado indefinido y las atrocidades que están cometiendo en el Bajo y Medio San Juan (Chocó) contra más de 45 mil colombianos presos, muriéndose de hambre y de sed, porque no pueden salir de sus casas. El déficit de las EPS intervenidas sigue creciendo y la crisis que se avecina en las IPS, clínicas y hospitales de Colombia no tiene nombre. Para no hablar del alza que se aproxima en las tarifas de gas y energía. Claro que como reza el refrán: “en Colombia pasa de todo y no pasa nada”.
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