Jorge Garcés B.
Estuve leyendo el libro “Un mensaje optimista para un mundo en crisis” del expresidente Juan Manuel Santos. Es una recopilación de cifras de las últimas tres décadas en Colombia. Dicen que para una cifra otra cifra. Entre otras cosas, porque a veces olvidamos que detrás de estos datos hay seres humanos que nada tienen que ver con la lucha vanidosa por el poder.
El documento llega hasta el 31 de diciembre de 2019. Es decir, que el corte es antes del COVID-19, donde en “la batalla contra la pobreza” retrocedimos entre 20 y 30 años aproximadamente. En todo caso, más que optimismo lo que Colombia hoy necesita es sensatez y entender que el progreso nunca es lineal. A veces se avanza y otras veces se retrocede y a las fuerzas del universo les importa un pito nuestro bienestar.
Sin embargo, vivimos en un mundo donde lo “malo” se representa en hechos y lo “bueno” carece de representación. Digo esto, porque debo admitir que es mucho más fácil escribir un libro pesimista que un libro optimista, dado el actual estado de cosas.
De cualquier modo, coincido con el expresidente Santos cuando recomienda que debemos combatir el pesimismo, porque ese estado de ánimo en particular afecta a la economía, a la inversión y al emprendimiento; pero difiero cuando argumenta que “el periodismo esconde el progreso”. Lo que el periodismo esconde son sus sesgos e intereses, que es otra cosa muy distinta.
Tampoco coincido con el expresidente Santos cuando afirma que “Colombia es un caso de éxito inobjetable”. Lo que sucede es que Colombia ha sabido vender su conflicto, su belleza y la complejidad de sus realidades. Algunos se atreverían a decir que la estabilidad macroeconómica del país se la debemos al narcotráfico y a la independencia del Banco de la República. Otros argumentarían que no confundamos la estabilidad política con el statu quo de la academia y el Establecimiento.
Y la gobernabilidad de los últimos 30 años se la debemos a la amenaza que representaron las guerrillas para una democracia en ciernes. Me refiero a una Constitución garantista, pero de papel; a un Estado semi-represivo; a una cultura política excluyente, a una economía que no produce valor agregado para aprovechar mercados con un potencial de 1.700 millones de consumidores y a una balanza comercial deficitaria.
En lo que sí estoy de acuerdo con el exmandatario es que estamos midiendo mal las cosas o no estamos midiendo lo que deberíamos medir. Medimos el crecimiento económico, pero deberíamos concentrarnos en la distribución del ingreso. Medimos el aumento de los recursos para la educación pública, pero ¿cuántas universidades públicas se han creado en los últimos 30 años en Colombia?
Medimos el producto interno bruto del país, pero no medimos el desarrollo humano. Medimos la pobreza, pero no atacamos la desigualdad social. Medimos la satisfacción de las necesidades básicas, pero ignoramos las nuevas necesidades que tienen los jóvenes de hoy.
A pesar de esto, Colombia es uno de los países donde más ha crecido la clase media en los últimos 30 años. Es decir, que millones de personas dejaron de ser pobres y tenían las expectativas de seguir progresando, sólo que más rápidamente hasta que llegó el COVID-19. En cierto modo íbamos bien, pero la pandemia nos hizo retroceder y volver al pasado.
Así que los jóvenes de hoy tienen suficientes razones para estar preocupados por su futuro. El volcán está dormido, pero la indignación, el malestar y la frustración es enorme. No sé qué, quién ni cómo vamos a llenar el vacío de una época tan cruel y de este mundo fallido.
DOCUMENTO DE REFERENCIA Y/O CONSULTA:
SANTOS, MANUEL, JUAN. “Un mensaje optimista para un mundo en crisis”. Editorial Planeta Colombiana S.A. Bogotá, julio de 2020.
LANZA LLAMAS:
De fuego y agua son mis días
polvo cósmico
piedra líquida
todavía no sé cómo me llamo
pero siento el mismo vacío…
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