Jorge Garcés B.
La memoria se construye con el lenguaje, relacionando a la palabra con el pasado, a la cultura con el diálogo y a la historia con la distancia. Somos lo que vivimos, aunque la vida sea “un viaje a ninguna parte”. Es el lenguaje quien en realidad viaja, porque su fuerza es legítima y, en cambio, nuestra violencia no lo es. El lenguaje está comprometido con la ética, con la búsqueda de la verdad y en negociar los significados, pero en su mal uso caemos nosotros, desconociendo el sentido histórico que debe tener el “hombre concreto” de hoy.
Entre tanto, nuestra misión seguirá siendo nacer y morir para construir una historia más allá de nosotros mismos. El poeta, por ejemplo, muere para volver a nacer, para reconciliarse con la historia y volver a jugar con las palabras. Sin embargo, el hombre de hoy quiere “ser dato”, quiere dejar de ser hombre para ser poderoso.
El “hombre moderno” no quiere ser responsable de su devenir histórico y desconoce el carácter metafórico de la “Filosofía Primera”. No lo trasnocha la violencia de las cosas, la máquina del animal o la quimera de los hombres, revelando la vitalidad de una época que se expande, retuerza y retrae; porque no hay hechos, tan sólo interpretaciones sospechando sobre el progreso y su lucha por explicar el mundo alrededor del ser y del ser alrededor de sí mismo.
Es posible que el hombre en sociedad necesite ser racional, como mecanismo de defensa ante la abundante ficción de las cosas. Además, porque la “producción interpretativa” requiere que haya desenmascaramiento. Y, aunque descubrir es un acto de justicia, ausentarse es necesario para crear sin simplificar la mecánica de la existencia y experimentar con heroísmo la esencia de la verdad y la mentira.
Desde este observatorio, la intervención poética viene siendo un experimento que el poeta hace con el lugar, la experiencia y consigo mismo; midiendo la fuerza de las metáforas, superando la negación y negando la superación del proceso de soñar con la unidad del ser.
El hombre es débil, pero no por la carne y no por la fuerza, sino porque no sabe cómo expresar su conexión consigo mismo, adoleciendo por fuera lo que vive por dentro. De cualquier forma, somos para la muerte lo que fuimos para la vida, un insignificante “sentido biológico” de quienes tejen durante una época la errática historia lineal de un hombre alienado para encajar socialmente.
No obstante, el ser puede fundamentar su proyecto existencial en “los juicios sobre lo bello” y otorgarle sentido a lo “divino y lo humano”, porque venimos para provocar y ser provocados como “un relámpago entre dos eternidades”; y llenar los vacíos con novedades históricas, liberando nuestro sentido más débil mientras maduramos la muerte. De cualquier manera, la relación “ser-lenguaje” debe ser poética, porque en la poesía encontramos las maderas más resistentes, escazas y bellas.
Según Heidegger, el lenguaje es “la casa del ser”, donde los significados producen nuevos significados. Mientras tanto, el mundo, la vida y la poética representan una sumatoria de experiencias en donde el horizonte también tiene retorno, precisamente, porque trae consigo nuevos significados para el hombre.
Sin embargo, los seres humanos nos realizamos o destruimos en el lenguaje. Entre otras cosas, porque en el lenguaje se origina el arte, creando un mundo nuevo sin historia o referentes que lo protejan o lo limiten. En la poesía las ausencias son huellas, los lugares son experiencias, las palabras son imágenes y los poemas son el delirio del poeta. Los poetas son fundadores de sentido, donde el “orden del ente” se convierte en la “libertad del ser” y donde el poeta se relaciona con lo verdaderamente significante. Es decir, con la muerte y con el fin de todas las posibilidades del hombre que no vuelve.
La muerte es el regreso a la casa donde “la palabra se pierde” con el “silencio del poeta”. Silencio y experiencia son tiempo para madurar y preparar a la palabra con la inevitable muerte del poeta. Entonces, el silencio se convierte en el fin de la metáfora o en la “reducción del lenguaje” y la ruidosa “esencia musical” de la que hablaba Nietzsche queda en manos de los críticos de arte.
“Poesía es lo que dura” y “palabra lo que se rompe” cuando, por ejemplo, el poeta se está muriendo de tristeza, porque el lenguaje existe para que el hombre sea comprendido o incomprendido, dado su estado inacabado, conflictivo, inconcluso y seguramente en crisis.
Somos seres en pleno desarrollo, redescubriéndonos o por descubrir y queremos ser interpretados, no enjuiciados por ideas preconcebidas y fijas. No somos categorías de análisis para ser dominados u objetados por la lógica académica de un desconocido que amenaza arbitrariamente nuestra existencia por medio del lenguaje; enajenando al arte, desconociendo la ruptura y la conexión ética que nos diferencia del hombre moderno.
En “Más allá del sujeto” la confusión y el sentido articulan un horizonte nuevo y constituyen respuesta, sentido y dirección para proteger o despojar al ser de su condición mortal y dialogante.
LANZA LLAMAS. No es sensato, es contrario al Interés Nacional de Colombia y a la Seguridad Nacional del país, que el presidente Petro condene el derecho a la legítima defensa que tiene el Estado de Israel y no diga nada ante el terrorismo sectario de Hamas.
DOCUMENTO DE REFERENCIA Y/O CONSULTA:
VATTIMO, GIANNI. “Más allá del sujeto”. Nietzsche, Heidegger y la hermenéutica. Ediciones Paidós Ibérica S.A., Barcelona -1992.
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