Jorge Garcés B.
No es la Constitución de 1991 ni la voluntad política esgrimida desde Bogotá la que viene descentralizando al país. Es el conflicto armado, la violencia y la atomización de la delincuencia común la que está imponiendo su ley y aprovechándose del desgobierno del presidente Petro.
Colombia es hoy un país absolutamente anárquico, que no tiene ni idea sobre la importancia que tiene la cohesión de las sociedades para poder construir sueños colectivamente. El problema es que los jóvenes de hoy aprenden sobre la historia de la violencia viendo series o el noticiero de las siete y sus referentes son Griselda Blanco, Pablo Escobar, “Popeye” o “Iván Mordisco”, en vez de ser, por ejemplo, Orlando Fals Borda, Germán Guzmán y Eduardo Umaña.
Por otro lado, necesitamos urgentemente modernizar los feudos, superar el paternalismo de Estado y “desmonarquizar” al capitalismo en Colombia. Es decir, necesitamos racionalizar las relaciones de poder para comenzar a construir una cultura ética y solidaria, que no evada su responsabilidad histórica en el clasismo de las élites, en la retórica de los violentos o en la miopía de los provincianos.
La innovación, las oportunidades y el talento surgen cuando se desarrollan los territorios y se resuelven oportunamente los conflictos, porque, así como la paz es de revolucionaria, la autoridad debe ser de democrática. Estoy hablando de gerencia y convivencia para rediseñar, desde el empoderamiento y el reconocimiento mutuo, “el marco territorial colombiano”.
Necesitamos regiones preocupadas por los territorios y ciudadanos preocupados por los asuntos comunitarios, culturales y cotidianos para crear y desmontar paradigmas pacíficamente. El poder político no puede con todo. Entre otras cosas, el poder va y viene y esa es una de sus particularidades. Sin embargo, la abstracción del poder es algo mucho más interesante y poderoso, porque ocurre cuando el poder se convierte en alma, lenguaje, esperanza y natura. Mejor dicho, cuando el poder se convierte en otra cosa.
Por lo tanto, debe ser otro el equilibrio y otras las instituciones para que nadie duerma con hambre; para que los problemas no se sigan acumulando y los desacuerdos domésticos no se conviertan en un conflicto armado. Esto que estoy planteando no es utópico y tampoco es novedoso. La violencia viene descentralizando al país y debemos aprovechar esta paradoja para que Colombia comience a superar sus complejos y a trabajar en sus potencialidades.
LANZA LLAMAS:
Estamos ad portas de presenciar la renegociación del orden mundial, porque lo acordado después de la Segunda Guerra Mundial está obsoleto. Naciones Unidas se encuentra en crisis y la OTAN está intranquila. No quiero ser alarmista. Así que, interesante época la que estamos viviendo…
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