Jorge Garcés B.
No deja de ser difícil de digerir para una parte significativa de los colombianos que algunos excomandantes guerrilleros de las antiguas Farc tengan curules en el Congreso y que a los exjefes paramilitares los nombren gestores del paz. Un hombre como Salvatore Mancuso, por ejemplo, tiene más de 65 mil hechos criminales a cuestas.
Y la Justicia Especial para la Paz (JEP) acaba de imputar a seis exmiembros del secretariado de las Farc por la omisión en el reclutamiento forzado de aproximadamente 18 mil niños que fueron sometidos a los peores vejámenes que uno se pueda imaginar; niños que fueron reclutados para ser carne de cañón y objeto de la violencia sexual en sus filas.
Entonces y como lo señalaba anteriormente, buena parte de los colombianos consideran que si esto no se sanciona dentro del marco paradigmático de la justicia punitiva, muy seguramente seguirá repitiéndose. Esto significa que las sanciones simbólicas de la justicia transicional siguen sin ser bien recibidas por la “opinión pública”, a pesar de que esto fue lo que se acordó en diciembre del 2016. Entre otras cosas, porque el Estado colombiano nunca derrotó militarmente a las Farc.
Sin embargo, el colombiano de a pie, pero especialmente aquellos que viven en las principales ciudades del país y alejados del conflicto armado piensan, que todo este cuento de la “Paz Total” no es otra cosa que el “Pacto de la Picota” y la venganza política de unos hampones, a cambio de la impunidad absoluta. Y puede ser, como también puede ser que no sea fácil entender que ni la verdad o nada podrá reparar completamente a las víctimas del conflicto, pero que se trata de un sacrificio que todos debemos hacer para pacificar a Colombia.
De tal manera, que el proceso de paz con las Farc debe continuar y la Justicia Especial para la Paz (JEP) debe seguir haciendo lo que le corresponde, restaurando a las víctimas sin ponerle grilletes a nadie, aunque una nueva época de la violencia esté surgiendo ante nuestros ojos.
Ojalá que la lógica detrás de la designación de los 17 exjefes paramilitares como gestores de paz no sea la de utilizarlos políticamente contra el expresidente Álvaro Uribe y pensando en las elecciones presidenciales del 2026; porque es innegable que en el país la verdad está incompleta.
Me refiero a la verdad que corresponde a los civiles que financiaron una maquinaria de guerra para “defender la democracia”. Ahora bien, no se trata de llorar por los dos ojos, sino de armar el rompecabezas, donde la verdad restaure a las víctimas y transforme a Colombia.
LANZA LLAMAS:
El fin del Noticiero CM& después de 33 años deja un hueco inmenso en la televisión colombiana. Las nuevas tecnologías o pequeños medios digitales están ganando espacio y han convertido a los ciudadanos en reporteros y en una inmensa planta de periodistas en tiempo real. Periodistas de clics, más no de contexto. En todo caso, el consumo o rating de los medios masivos o tradicionales está disminuyendo y en consecuencia la pauta publicitaria también.
Además, los grandes medios han perdido credibilidad por aquello de que la libertad de empresa impera sobre la libertad de información y la misión de cumplir con una labor social en realidad no se está cumpliendo. Entonces, la influencia y el poder de los grandes medios está enfrentando una novedosa narrativa digital como, por ejemplo, los podcasts, que es mucho más atractiva para las nuevas generaciones y para la construcción diaria de sus agendas. Eso sí, la radio se mantiene incólume y contra todo pronóstico indestronable.
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