Jorge Garcés B.
La historia es un espejo del hombre, porque lo confronta o lo reencuentra consigo mismo. De tal manera, que la historia debería servir para que preguntemos más y afirmemos menos, porque la brecha entre la historia y la ficción suele ser bastante reducida. No obstante, este escollo a veces resulta ser el comienzo de una historia más auténtica y fascinante. Me refiero a una historia que construya sospechas que representen con mayor idoneidad las gestas de los grandes hombres y de los más grandes problemas.
No obstante, gracias a los historiadores las historias existen, porque el pasado no existe por sí sólo y revivirlo requiere de los historiadores para cuidar los más valiosos mensajes de la humanidad, sobre la humanidad y para la humanidad. Por lo tanto, el historiador cumple una importante función social. Entre otras cosas, porque es en sí mismo un “cuerpo de creencias” que dignifica una “obra común” y que además nos advierte sobre sus vacíos cuando debe hacerlo.
La historia no es lineal y la realidad tampoco es una sola. Sin embargo, la historia necesita de contrastes para exponer las contradicciones del hombre y hacer magia. Es decir, detener, despojar o desnudar la forma del relato histórico: su mitología, narrativa, argumento o trama para explicar la continuidad cronológica de los elementos más notables, identificando las rupturas y su encadenamiento con el futuro del hombre hasta su posterior tragedia.
Me refiero al camino del hombre hacia la muerte y a los actores históricos en el ordenamiento de la realidad durante ese trayecto en particular, otorgándole un significado especial para experimentar la reproducción de la historia o sus versiones. Esta valoración desarrolla la representación histórica del mundo y su necesidad de comprender los tiempos; espacios; límites; tradiciones; costumbres; símbolos; objetos y mitos, que juegan o intervienen en la vida de los individuos. Estoy hablando de sujetos reacios al cambio, indiferentes ante la historia y aferrados al confort que produce tener una identidad colectiva, hacer parte de una comunidad y hablar el mismo lenguaje.
Esto es problemático, pero podría servir como un imaginario prestado temporalmente para la construcción de una continuidad histórica. De cualquier manera, sobre esta superficie reposan las “historias patrias” y la pasión que produce todo lo que hace el hombre con pasión. Me refiero a la cultura como a una “vivencia de lo vivido”, cuando se siente amenazada por el poder y sus paradojas históricas; por otras culturas y su fuerza homogenizante o por el sonido extraño de otro lenguaje.
Por eso, las narrativas deberían estudiarse a partir de su relación con otras narrativas para descubrir sus parentescos y enemistades o contrastar relatos, fragmentos, discursos y desamores si queremos arañar las certezas más significativas de todos los tiempos. No importa que la historia haya renunciado a su pasado, “hay que dejar que los hechos hablen por sí solos”, porque en el “teatro del poder” y en la epistemología la transformación histórica del hombre debe ser el objetivo.
LANZA LLAMAS:
Cuando al presidente Trump le informen que los cultivos de coca desde finales de 2024 están por encima de las 300 mil hectáreas, además de la desertificación, seguramente le impondrá un 10 % de aranceles a las exportaciones colombianas. Recordemos que las exportaciones hacia Estados Unidos compiten con unos márgenes muy estrechos y que no superan el 3 % o 4 %. Por lo tanto, un eventual arancel del 10 % sería suficiente para sacarnos del mercado.
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DOCUMENTOS DE REFERENCIA Y/O CONSULTA:
COLMENARES, GERMÁN. “Las convenciones contra la cultura: ensayos sobre historiografía hispanoamericana del siglo XIX”. La Carreta Editores E. U., Medellín, Colombia – 2008.
COLMENARES, GERMÁN. “Ensayos sobre historiografía” (obra completa). TM Editores, Colombia, 1997.
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