Jorge Garcés B.
La semana pasada se realizó en Cali el foro "La educación como propósito nacional". Un esfuerzo conjunto entre la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y Prisa Media, donde se planteó la necesidad de que la educación se convierta en una apuesta de país para desarrollar el potencial de Colombia. En otras palabras, de trazar el camino para formar buenos ciudadanos. Jóvenes íntegros, pensantes, sensibles y pacíficos.
Lo cierto es que en Colombia hemos avanzado mucho en cuanto a la cobertura educativa, pero el gran desafío sigue siendo mejorar la calidad. La tecnología, por ejemplo, no es prenda de garantía para mejorar los estándares educativos, pero sin ella tampoco sería posible dar un salto de calidad. Así que, debemos redoblar los esfuerzos para resolver el analfabetismo digital y mejorar la conectividad, con el propósito de cerrar la brecha entre quienes tienen acceso a Internet y quienes no.
Por otro lado, enseñar y aprender es una de las cuestiones más trascendentales y complejas de la existencia, porque implica que los profesores sepan más o menos quiénes son y que los estudiantes tengan una idea de quiénes quieren ser. Entre otras cosas, la educación es transformadora, transforma a los seres humanos, transforma los territorios y dignifica a la vida en su sentido más amplio.
De tal manera que, la educación debería centrarse en innovar e investigar para transformar vidas, desarrollar territorios y enseñarle a pensar a los jóvenes para que aprendan a vivir. Adicionalmente, es un imperativo cerrar la brecha educativa entre las zonas urbanas y rurales, entre los colegios públicos y privados y mejorar la formación de los profesores; para que el encuentro o el intercambio entre distintos sea una fuerza que sepa reconocer y valorar la importancia de la diferencia en una sociedad incluyente y democrática.
En el foro se escucharon voces sobre lo pertinente que sería que cada territorio tuviera un enfoque educativo particular. Es decir, que se descentralizara la educación en Colombia para que pueda ser el eje del desarrollo de las comunidades y los territorios más alejados del país. Una experta decía: “debemos pasar del escritorio al territorio” para que la educación deje de ser una “colonización citadina”.
Otro asunto para tener en cuenta es que la educación en Colombia debe pasar del deduccionismo al contexto, los datos, las evidencias y los hechos. Los jóvenes necesitan de más competencias comunes y de menos influencias comunes. Además, el aprendizaje debe ser un proyecto de vida, que acompañe a los seres humanos a lo largo de la existencia y no un asunto que hay que hacer antes de poder trabajar para ganar dinero.
Ya es hora de que la academia comience a enseñarle a los jóvenes a pensar y a admitir que la juventud en Colombia no sabe pensar. Por ejemplo, Colombia es el país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) con peores resultados en comprensión de lectura. Ahora bien, no basta con saber pensar si el sistema no te permite pensar, pero eso sería un tema para otra reflexión.
Retomando la idea, para Heidegger los hombres todavía no pensamos, porque eso es lo que debemos de pensar. De cualquier forma, dicen los que saben que enseñar es más difícil que aprender, porque educar es una fuerza que debe descentrarse continuamente, pero sin perder de vista su principal propósito de enseñarle a los jóvenes a pensar para que aprendan a vivir. Heidegger lo dice: “sobrevivir es ser”, porque la vida no es fácil y hay que prepararse para el encuentro con los otros y con la finitud de la vida misma si se quiere.
Por eso enseñar a esperar sería tan importante. Por ejemplo, para sobrellevar una ausencia, dejar una huella o formar unos hijos nobles y buenos, aunque esto también sería madurar y aceptar la muerte. Sin embargo, se puede vivir después de la muerte y ser anacrónico de cierto modo. La vida y la muerte son una unidad pero al mismo tiempo están unidas. Como unidad son incorruptibles, resistentes e inflexibles. Al estar unidas podemos darle continuidad al pensamiento y mantener viva a la muerte.
Vivir es comprender la vida y estar dispuestos a renacer o a reinventarnos, porque “el ritmo histórico” de las cosas está en constante cambio y contrasta con las costumbres humanas. Las culturas convierten en trascendental, no las cosas que las representan, sino las cosas que simplifican sus representaciones.
Ahora bien, si pasamos de las diferentes maneras de vivir a las distintas formas de comportarnos en sociedad, aquello que nos constituye desde niños para bien o para mal es una invitación a pensar. Es una “fuerza en marcha”, pensaba Derrida y depende de nosotros enfrentarla o evadirla. Esta “tensión real” es para “vivir en guerra y morir en paz”. No obstante, se puede vivir en guerra y morir en la guerra también. Ojalá no sin antes haber aprendido a pensar, aprendido a vivir, aprendido a poetizar y a cuestionarnos en absoluta libertad.
DOCUMENTOS DE REFERENCIA Y/O CONSULTA:
"La educación como propósito nacional". Un esfuerzo conjunto entre la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y Prisa Media. Cali, Colombia, 2024. https://www.youtube.com/watch?v=_nrQIHdbnBE&t=735s
HEIDEGGER, MARTIN. “¿Qué significa pensar”. Terramar Ediciones (Primera Edición). La Plata, Argentina, 2005.
DERRIDA, JACQUES. “Aprender por fin a vivir”. Entrevista con Jean Birnbaum. Amorrortu editores. Buenos Aires – Madrid, 2019.
LANZA LLAMAS:
El discurso del presidente Petro, desde Puerto Rellena, Cali, donde anunció su intención de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente fue supremamente amenazante y chantajista. El primer mandatario no quiere un nuevo contrato social, sino una “carta de guerra”, dejando en evidencia que su gobierno fracasó antes de tiempo.
Las reformas que pretendía hacer ya no cuentan con el tiempo necesario para esta legislatura. Están prácticamente muertas, pero ojo, porque todavía las pueden revivir. Y los tiempos para una eventual Constituyente tampoco dan, al menos que deje de gobernar por los próximos dos años. Por eso necesita la calle y las vías de hecho para poner al Congreso contra las cuerdas.
No es fortuito que el jefe de Estado venga de tiempo atrás capitalizando la tragedia humana y el drama social en Colombia. Sin embargo, el primer mandatario se está comportando como si su capital político y su caudal electoral estuviera intacto o como si no hubiera sufrido ningún desgaste, a pesar de errar y tropezar una y otra vez desde que llegó a la Casa de Nariño.
En el discurso desde el Monumento a la Resistencia también quedó reflejada su incapacidad de llegar a acuerdos y que su estrategia política falló, a pesar de haber contado con una aplanadora en el Congreso. Lo cierto es que el primer mandatario ya no tiene las mayorías ni en el Senado o la Cámara para poder convocar a una Constituyente. Además, la Constitución de 1991 es absolutamente garantista. El problema no es la Constitución, el problema es el gobierno que él lidera.
Lo que no le gusta a Gustavo Petro es la separación de poderes y los pesos y contrapesos, porque no lo dejan hacer lo que le da la gana. Por eso mismo, pareciera querer cambiar el Congreso para que le apruebe unas reformas a todas luces contraproducentes. Y me imagino que también querrá cambiar a la Corte Constitucional y al Banco de la República; para que el primero le declare exequible todas sus reformas y el segundo baje las tasas de interés. El presidente quiere que la institucionalidad del país esté hecha a su imagen y semejanza.
Así que, no pequemos de ingenuos, en una eventual Constituyente la reelección sería el punto de partida, porque en el Pacto Histórico no hay quien gane las elecciones en el 2026. Otro escenario posible sería que en una eventual Constituyente a Petro le salga el tiro por la culata y que la extrema derecha se tome el poder; o que se allane el camino para una ley de punto final o de impunidad absoluta, que le haga conejo a la justicia internacional y a la justicia transicional; uniendo a los extremos políticos y dejando en el limbo al acuerdo de paz con las Farc.
Este momento histórico y este incidente tan grave ojalá sea el detonante para que el centro y los tibios de un lado y del otro nos unamos, ante la posibilidad de retroceder y revivir viejas rencillas; en vez de aprovechar las oportunidades de un mundo que desde hace tiempo venía mirando a Colombia con optimismo. De lo contrario, estaríamos ad portas de ir hacia rumbos desconocidos como el del federalismo y las regiones autónomas, acabando con la solidaridad entre departamentos ricos y pobres.
En tal sentido, los intereses de unos y el oportunismo de otros llevaría a Colombia al caos y a una incertidumbre e inestabilidad política inédita. Por eso, hoy más que nunca, debemos unirnos y cerrar filas para defender la democracia y a la institucionalidad del país; porque no nos llamemos a engaños, la democracia en Colombia está en vilo.
Y por qué el presidente Petro no aplica las reformas por decreto?
Como lo hace en Francia el presidente Macron desde que empezó su segundo mandato. Sin llamar a votar el Parlamento.