EN COLOMBIA SÓLO RIGE LA CONSTITUCIÓN DE 1991
- garcesbjorge
- 25 may
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Jorge Garcés B.
Reconocidos juristas consideran que no es procedente presentar dos consultas populares, una detrás de la otra y prácticamente iguales, porque es abusar de los mecanismos de participación consagrados en la Constitución de 1991; y que tampoco es procedente que quien presente la consulta popular ante el Congreso de la República haya sido un ministro delegatario y no el jefe de Estado. Entre otras cosas, porque Colombia no es una democracia plebiscitaria, sino liberal o representativa.
Sin embargo, no hay un consenso sobre si el país sigue o no dentro del marco institucional, porque el primer mandatario está haciendo la reforma a la salud por decreto, pretende consultarle al pueblo lo que ya es ley de la República y está obsesionado en gastarse más de un billón de pesos para conocer los anhelos más profundos de los colombianos.
Entonces, estamos ante la peor cara del populismo y la permanente agitación de un hombre que confunde al Pacto Histórico con una nación entera. Por lo demás, también confunde al país cuando convoca a un cabildo abierto, sabiendo que los cabildos no tienen ningún alcance o efecto jurídico vinculante en Colombia.
Así que todo parece indicar que el presidente Petro está buscando el momento oportuno para una ruptura institucional. El primer mandatario no entendió que se hundió la consulta popular, pero que revivió la reforma laboral y ha optado por seguir casando peleas. En otras palabras, Gustavo Petro está desafiando al Estado Social de Derecho.
La confrontación permanente en la que vive el presidente Petro nos debería obligar a repasar nuestra tradición civilista, las escazas rupturas institucionales y gobiernos militares desde 1831. Lo cierto es que esto no aguanta cuatro años más, pero el primer mandatario sueña con construir “una era de paz” en Colombia.
Por lo pronto, estoy de acuerdo con Enrique Santos Calderón: hay que arrebatarle a la consulta popular la bandera de la reforma laboral. El Congreso debe sacar adelante la reforma laboral más progresista que nadie antes se hubiera podido imaginar.
Afortunadamente las movilizaciones sociales en apoyo al jefe de Estado no han tenido la espontaneidad ni la fuerza suficiente, porque él hace rato viene buscando la gobernabilidad en la calle; y todo, porque no tuvo la fuerza para materializar el cambio, la fuerza para gobernar más allá de los discursos incendiarios.
Es más, pareciera que hasta su discurso comenzara a tener un desgaste, porque no se puede gobernar improvisando con el odio todo el tiempo. Y es una lástima, porque pasarán muchos años antes de que la izquierda democrática pueda volver a la Casa de Nariño.
Además, no nos digamos mentiras. Gustavo Petro no sabe gerenciar ni un puesto de salchichas, está pésimamente rodeado y creo que ha llegado a la conclusión de que por la vía democrática no pudo. No obstante, se considera el presidente de los desvalidos y creo que lo es, porque el estado de cosas en Colombia es supremamente injusto. En eso tiene toda la razón, las condiciones materiales de millones de colombianos son absolutamente inaceptables.
Pero las contradicciones sociales no se superan sacando la plata de los bancos de Sarmiento, dejando de tomar la cerveza de los Santo Domingo, las gaseosas de Ardila Lulle o enfrentando a la clase trabajadora con los empresarios. Así no se crea la riqueza que el país necesita redistribuir.
El presidente Petro no puede seguir dándole garrote al sector productivo y zanahoria a los narcoterroristas. Por ejemplo, cómo es posible que este gobierno haya viajado a la China sin los gremios o a quién no le gustaría trabajar menos y ganar más dinero. Por eso, gobierna el desgobierno y la consulta popular cree que los colombianos somos bobos.
Para ir redondeando, es difícil tener una opinión equilibrada sobre la situación que vive actualmente la nación. El país está a la deriva y nadie sabe a ciencia cierta qué pueda pasar, porque nunca antes algo similar había pasado en Colombia o por lo menos en la historia reciente del país.
Mientras tanto, la democracia sigue marchitándose lentamente, porque desde la Casa de Nariño se deslegitima a las demás ramas del poder público, se ataca al sector productivo y se desmoraliza a las Fuerzas Armadas.
Sin embargo, como bien lo advirtió el expresidente César Gaviria: si Gustavo Petro se sale de la Constitución o trata de imponernos una constitución paralela, nosotros nos veremos obligados a desconocer su autoridad como jefe de Estado.
LANZA LLAMAS:
Cuenten conmigo para defender a la imperfecta democracia colombiana, porque hay imperfecciones en la vida de las que uno simplemente se enamora…
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1 día más es 1 día menos.
El nefasto Gobierno de Gustavo Petro es nada más y nada menos que el fin de la izquierda Colombiana.