Jorge Garcés B.
Gustavo Petro es un populista sin carisma y no un caudillo carismático para ser precisos en la terminología, capaz de construir discursos fantásticos sobre lo que sabe y no sabe, pero existe una barrera invisible entre los demás y él. En otras palabras, Gustavo Petro puede ser más inteligente que Chávez, pero el pueblo no lo confunde con Dios. De cualquier manera, llevo dos años escuchándolo dar discursos sobre una movilidad social que no existe en Colombia y tiene toda la razón. Es así, a veces disminuyen los índices de pobreza, pero no los de desigualdad.
No obstante, para cada problema Gustavo Petro tiene un discurso o gobierna por Internet. No es fácil cambiar un país en dos años, pero es mucho más difícil cambiarlo cuando tienes la ejecución presupuestal más baja de los últimos 20 años, cuando no construyes consensos o “quemas las naves”, deshaciendo en cada ataque de ira a la coalición de gobierno. Entre otras cosas, que un presidente haga esto en una democracia representativa es un suicidio político.
Sin embargo, el verdadero cambio ha estado en la narrativa. Ha habido una ruptura en este sentido y el jefe de Estado ha dicho cosas muy ciertas. Ha dado debates que el país necesitaba y puso uno que otro tema necesario sobre la mesa. El problema ha sido que la confrontación es la estrategia menos inteligente para lograr cambios. Por ejemplo, para lograr la justicia social. Si usted le aplica a los más ricos del país la reforma tributaria más ambiciosa de la historia, no hay necesidad de insultarlos y de acusarlos de todos los males en la historia de la nación.
Así no se construyen consensos, coaliciones ni una “era de paz” y desde mi punto de vista, esto ha jugado en contra del primer mandatario. Por si fuera poco, su discurso genera muchas expectativas, pero en la realidad gobierna el desgobierno, la desorganización y el desencuentro político. Afortunadamente, todo parece indicar que Gustavo Petro entendió ayer en el Foro de Reactivación Económica, que no es pecado trabajar en equipo con el sector privado para alcanzar los intereses superiores de la patria; porque es urgente volver a tejer la “confianza para crecer”, haciendo especial énfasis en los sectores de la construcción y la infraestructura. Y, aunque dos años tarde, es mejor tarde que nunca.
Mientras tanto, se siguen fortaleciendo los grupos armados ilegales. El Estado ha perdido control territorial y control sobre las comunidades asentadas en territorios estratégicos, donde la economía ilegal sigue siendo la única manera de subsistir. Hoy, el 60 % de los colombianos se sienten más inseguros que hace dos años. No obstante, el anhelo de paz se mantiene y lo que en realidad se cuestiona es la falta de rigor para negociar la pacificación del país.
Sin dejar por fuera, que la corrupción ha tocado las puertas del gobierno, de la familia presidencial y que, como lo decía anteriormente, la economía sigue moribunda. En cuanto a los escándalos de corrupción, es evidente que no hubo un cambio en las prácticas y costumbres políticas. Y en cuanto a la economía, la política en materia de hidrocarburos, por ejemplo, ha sido un desastre absoluto. Colombia tendrá escasez de gas natural a partir del próximo año. Traerlo de Venezuela es cada vez más improbable y no estamos exentos de un racionamiento de energía en el 2025. Por eso se le ha dicho una y mil veces al primer mandatario, que un error de cálculo en la transición energética podría salirle muy caro al país.
Es más, no se puede avanzar en las cifras sociales o darle un estárter económico a la industria sin un equilibrio en las finanzas públicas primero; empezando por el derroche en el gasto de funcionamiento, que hoy equivale a siete reformas tributarias. Digo lo anterior, porque esto envía señales equivocadas a los inversionistas y al mercado en general.
Por otro lado, el fin del cese al fuego con la guerrilla del ELN y el comienzo de los diálogos con el Clan del Golfo demuestran que la “Paz Total” está dando “patadas de ahogado”. Ya veremos si el gobierno continúa otorgándole reconocimiento político a la degradación de la degradación y si encuentra una salida jurídica para los señores de la Segunda Marquetalia.
De cualquier manera, el cambio se truncó y el primer gobierno de izquierda cayó en los mismos abismos de la derecha, aunque mantenga el apoyo del 30 % de los colombianos que le perdonan todo. Ahora bien, al presidente Petro le queda hasta diciembre para tratar de sacar adelante dos o tres proyectos en el Congreso, porque el próximo año comienza la campaña presidencial y los parlamentarios van a estar en otro cuento.
Por otro lado, en cualquier momento revienta la pelea con el dictador Nicolás Maduro, donde Gustavo Petro saldrá crucificado, porque en Colombia nadie entiende su repentina moderación frente al fraude electoral en Venezuela. Simultáneamente, el jefe de Estado pareciera manejar una fiducia y no las riendas de un país, que necesita urgentemente la ejecución del presupuesto y no la captura de más rentas para hacer politiquería con el hueco fiscal. Es más, nadie sabe a ciencia cierta de cuánto es el déficit. Unos aseguran que es de 12 billones de pesos y otros advierten que puede ser de 20 o de 24 billones de pesos.
De cualquier manera, 7 de cada 10 ciudadanos desaprueban la gestión del primer mandatario. 2 de cada 3 colombianos piensa que el país va por mal camino y que, después de la economía, la gobernanza es el principal problema. Muchos consideran que Colombia ha retrocedido en los últimos dos años y que Gustavo Petro es un hombre inteligente, pero inestable. En los últimos 24 meses, por ejemplo, el gobierno ha sufrido varios remezones ministeriales. En otras palabras, hemos tenido 37 ministros y 54 viceministros en dos años.
A pesar de todo lo anterior, la administración de Gustavo Petro logró con la reforma pensional un ingreso mínimo mensual para 2.5 millones de adultos mayores que no tenían pensión. La deforestación ha sido la más baja en 23 años. Se está avanzando en conectividad, en vías terciarias y el cambio en la política antidrogas ha hecho que hoy el cacao sea más rentable que la coca. “Chocolate con sabor a paz” titularon hace poco en El País de España.
Las buenas noticias no terminan aquí, porque no hay “momentum” para la constituyente y no hay ánimo en el Congreso para la reelección. Por si fuera poco, a la extrema derecha, con contadas excepciones, les está faltando altura en el debate político y, por lo tanto, el centro tiene los astros alineados para tranquilizar al país y convertirse en una verdadera alternativa de poder en el 2026.
LANZA LLAMAS:
No hay vida sin contrario
Algunos son breves
Otros tienen la Edad de Piedra
Soy la gran madre
Un animal feroz
DOCUMENTO AUDIOVISUAL COMPLEMENTARIO:
ENLACE:
Kommentare