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DEMOCRACIA Y RECONCILIACIÓN

Actualizado: 4 jun 2023

Jorge Garcés B.


Entiendo el brote de inseguridad que mantiene en ciernes al país y la proliferación de organizaciones criminales que surgen por todo el territorio nacional. Y ante esta realidad no queda otra alternativa que el uso de la autoridad y el imperio de la ley, pero no olvidemos que la única salida justa que le queda a Colombia es la reconciliación.


Porque las diferencias que se tramitan por medio de la violencia se acrecientan o se empeoran. Además, dicen los viejos zorros, que no hay nada mejor para probar una democracia que un criminal o un caudillo la amenace. Por ejemplo, la Corte Constitucional impidió una segunda reelección del expresidente Uribe.


Por otro lado, el Acuerdo de Paz con las FARC generó un cambio en el estado de cosas del país. En las pasadas elecciones presidenciales, el voto clientelista perdió fuerza ante el voto de opinión; el Pacífico colombiano y “los nadies” participaron de la contienda electoral, -diría que la gran mayoría por primera vez-, jalonados por el innegable fenómeno político en el que se convirtió la vicepresidenta Francia Márquez. A esto se añade la pobreza argumentativa y la limitación intelectual de los candidatos presidenciales de derecha, contrastaron con el discurso de una izquierda ilustrada. Esta que supo interpretar la “primavera latinoamericana” que estalló por los suelos de toda la nación colombiana.


Sin embargo, la tranquilidad con la que más de 11 millones de personas votaron por la dupla Petro y Márquez ya no existe. El miedo volvió. El hambre, la carestía, la violencia, la inseguridad y la polarización se están agravando. Ya ni siquiera el ministro de Defensa puede hacer un consejo de seguridad en Tibú, mientras que alias Iván Mordisco acaba de amenazar al país con desatar una ola de violencia tras la ruptura del cese al fuego con el Estado Mayor Central.


Dicho lo anterior, las élites empresariales y políticas volvieron a unirse, unos buscando de manera torpe un golpe de Estado, pero la mayoría pensando en las elecciones de octubre y especialmente en las presidenciales del año 2026. Sin embargo, no podemos tapar el sol con la mano. Según la investigadora Jenny Pearce, desde 1991 hasta la fecha, sólo 68 familias han gobernado a Colombia y Daniel Samper Pizano agrega un dato todavía más revelador: sólo 50 familias gobernaron al país durante el siglo XX.


Por si fuera poco, el primer mandatario señaló que Colombia ha sido gobernada por criminales y que en cualquier otra parte del mundo las declaraciones de Salvatore Mancuso ante la JEP hubieran causado otro estallido social. Aparte de lo anterior, la derecha sigue sin tener un candidato presidencial fuerte, la izquierda continúa representando una amenaza para la mitad de los colombianos que salen a votar. Otros aducen que “Gustavo Petro es un lobo con piel de lobo, que tiene al país descuadernado”, según Felipe López.


Lo cierto es que Colombia tiene fantásticos líderes políticos en comparación con los demás países de la región, pero el gobierno de Gustavo Petro no sólo no ejecuta, sino que pareciera ser incapaz de realizar ajustes. En otras palabras, sería ideal que este dejara de ser un gobierno discursivo e ideologizado y fuera más flexible y pragmático para detectar, resolver y monitorear problemas en tiempo real.


Para el economista Joseph Stiglitz, la base del éxito está en ser capaces, cuando se hace necesario, en cambiar las formas de pensar; porque es allí donde gobernantes y ciudadanos comenzamos a construir una “sociedad del aprendizaje”, aquella que permita el equilibrio deseado y la transformación social. De lo contrario, la polarización seguirá desafiando a democracias como la nuestra.


Ahora bien, esto no significa, por ejemplo, que toda reforma mejora automáticamente la calidad de una democracia, ni la vuelve más saludable. Al mismo tiempo, abusar de los mecanismos de participación directa o del “garantismo”, también puede, paradójicamente, convertir un Estado Social de Derecho en una democracia plebiscitaria o en una dictadura.


Pero la verdad sea dicha, las instituciones por sí solas no bastan para regular o contrarrestar los excesos de poder. Para ello, las constituciones, las normas, “el credo democrático” o la cultura democrática de un país y los principios y las convicciones de los ciudadanos deben estar dispuestos a darle una mano a las instituciones cuando ellas lo requieran. Todo, claro está, por medio de los canales institucionales.


De tal manera que necesitamos más acuerdos entre adversarios políticos, es decir, una “política del consenso” o una “democracia de acuerdos”, donde se incluyan las políticas de Estado de largo plazo o de largo aliento, más allá de mezquindades políticas o de pensamientos vanidosos y pequeños.


De lo contrario, la polarización terminará por marchitar a la democracia colombiana y todos perderemos la posibilidad de reconciliarnos. Por eso debemos reconstruir el centro o “un paisaje político” que incluya a los extremos. También sería recomendable aplicar una política económica o social en función de lo que funciona y de esta manera alejarnos de una posible y peligrosa “recesión democrática mundial”.

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1件のコメント


Luis Arango
Luis Arango
2023年5月29日

Gustavo Petro debe de intentar hacer esos acuerdos entre sus adversarios; pero no veo cómo deja su ego a un lado para lograr ese tipo de consensus. El cambio, si veo a muchos del PH haciéndose a un lado de Petro poco a poco y con cautela.

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