Jorge Garcés B.
La mayor ventaja comparativa que tiene Cali como ciudad es su cercanía con el puerto de Buenaventura. Dicho esto, hace más de veinte años vengo escuchando que Buenaventura es una bomba de tiempo. Y es inverosímil que el Pacífico colombiano, a pesar de ser una de las zonas más biodiversas del planeta, uno de los lugares donde más llueve agua dulce en el mundo y la mejor conexión que tiene el país para el comercio marítimo internacional, hoy se debata entre la vida y la muerte.
Es decir, entre la pobreza extrema, el desempleo, la insalubridad, la falta de saneamiento básico, la deserción escolar, la ausencia de oportunidades, la violencia, la extorsión, la corrupción estatal y una cantidad de números fríos que no pienso reproducir en esta reflexión, porque desde que tengo uso de razón, reproducirlos no ha servido de nada.
No obstante, es cierto que tras el Estallido Social el sector empresarial del Valle del Cauca ha venido entendiendo que, además de ser productivos y competitivos, también deben ser más sensibles y solidarios. Entre otras cosas, porque la realidad del puerto difiere con la realidad del distrito. Por ejemplo, es inaudito que haya agua dulce y agua potable en cantidades industriales para abastecer los buques, pero no para calmar la sed y suplir las necesidades básicas de los bonaverenses.
Por otra parte, en Buenaventura no gobierna el Estado colombiano. En el puerto los agentes estatales vienen siendo un actor más del conflicto; un actor corrupto que aparece y desaparece cada vez que la prensa desde Bogotá visibiliza las atrocidades que ocurren a diario, como consecuencia del histórico abandono estatal.
Lo cierto es que el laboratorio de la “Paz Total” en Buenaventura no funcionó. No sé si esto se deba al exceso de generosidad y de ingenuidad por parte del gobierno del presidente Petro o si es el resultado de la ausencia de dos principios básicos: oportunidades y autoridad. Hay una tercera pata que podría explicar en parte el meollo del asunto y es que el gobierno carece de una Ley de sometimiento y un marco jurídico para negociar con los grupos criminales.
Recordemos que en Buenaventura la extorsión es un modus vivendi y según entiendo, existe hasta el Cartel del Cilantro y prácticamente un cartel para cada producto de la canasta familiar. Lo más grave del asunto es que este traspiés podría repetirse en otros lugares del país, donde el gobierno está implementando la misma estrategia.
Se trata de un plan que pareciera estar desmantelando con mayor eficacia a la fuerza pública que a las organizaciones criminales y un desgobierno que está llevándonos a la anarquía. Nadie entiende por qué la riqueza del Pacífico no se ha desarrollado. Buenaventura, por ejemplo, debería ser la capital económica de Colombia.
AH! Estupendo que pude abrir los comentarios. De acuerdo contigo en tu apreciación. Entre todas las mafias de Buenaventura están, como sugieres, las de la DIAN y otros funcionarios del Estado que controlan el ingreso de mercancías y otros ingresos al Puerto. Ellos tambien hacen su festín y cobran lo que quieren, pues su corruptela es enorme.